domingo, 24 de junio de 2012

Comentarios. 2001, odisea espacial. VI. Una habitación sin vistas.

  Muchos de ustedes, aplicados seguidores del universo 2001, se habrán preguntado alguna vez cómo demonios pudo David Bowman meterse en aquella señorial habitación con cápsula y todo, al final de su desquiciante viaje a través de la Puerta de las Estrellas

  Como siempre, habrá que analizar dos puntos de vista antes de llegar a una conclusión. Si nos ceñimos a la película, la verdad es que poco se explica. Se nos queda la misma cara que a aquel muchacho de doce años que veía el film por primera vez. La escena es sorprendente, por supuesto. Quizá una excéntrica metáfora para dar a entender algo sobre la complejidad del universo o la complejidad de la mente de Stanley Kubrick, que era otro universo en sí misma (aunque el chaval no fuera capaz de expresarlo con esas palabras exactamente). En cualquier caso, utilizando la imaginación, se puede entender que aquella habitación sería como un área de descanso en un largo viaje por autopista. Efectivamente, allí Bowman podría tomarse un descanso, cambiarse de ropa -despojándose del traje EVA-, comer y dormir. Reponer fuerzas para continuar su viaje. Aunque ya no como David Bowman, sino como el Hijo de las Estrellas. Todo ello facilitado por sus anfitriones, los constructores del monolito, los que le han llevado a este viaje de ¿iniciación?

  En la novela queda todo mucho más explicado: Tras la  primera etapa de su viaje , Bowman reingresa en el espacio convencional, saliendo por otra stargate, aunque en este caso es una especie de nudo de comunicaciones que enlaza diversos recorridos: se trata de todo un planeta erizado de monolitos como el de Iapetus. A esto, en la novela, le llaman Gran Central, como la estación de Nueva York (Estados Unidos) que enlaza con diversas líneas que recorren todo aquel país. A continuación, vuelve a ser engullido por uno de los túneles para continuar su viaje. Posteriormente, emergiendo a otro cielo completamente desconocido en el que no se reconocen las familiares constelaciones a las que estamos acostumbrados, el exhausto viajero contempla las maravillas que pueblan ese nuevo firmamento: enjambres de estrellas, soles agonizantes, cegadoras luminarias de intensa luz azul. Finalmente, su pequeña cápsula es dirigida hacia un sol, hacia el cual se precipita para sorpresa de Bowman, y, sin ninguna molestia para él, es tragada por el bullente infierno de la superficie estelar para, a continuación, posarse suavemente en el interior de una... habitación. Pero Clarke, en la novela propone otro estilo: se trata de una suite de hotel, como la de cualquier buen hotel de cualquier gran ciudad norteamericana. Tiene todas las comodidades, pero Bowman pronto se da cuenta de que aquello no es más que  una especie de decorado erigido con la única intención de hacerle sentir cómodo. Los libros de las estanterias son falsos, el teléfono no tiene línea y las páginas de la guia telefónica están en blanco . Los programas que se ven en la televisión son grabaciones de algunos años atrás. Por cierto, en uno de los canales que Dave prueba, ve una escena de un telefilme en el que una pareja de amantes discuten en la suite de un hotel...exactamente igual a la que él ocupa en ese momento, con lo que descubre cuál es la fuente de inspiración de sus anfitriones para procurarle un recibimiento que le haga sentirse como en casa.
  Pero volviendo a la película, es evidente que Kubrick no se conformaba con una habitación de hotel standard. Él, para su película, quería algo más. Pero ¿qué?
  La solución no puede ser más acertada: Una lujosa habitación decorada al estilo Luis XVI.

  A mediados del siglo XVIII, en Francia, a la sazón faro de la cultura y el arte occidental, empieza a abrirse camino el  neoclasicismo en el arte y la cultura,  abandonándose los ya manidos y agotados conceptos del barroco y sus vástagos tardo barroco y rococó. En parte por el carácter alternante de los gustos artísticos, en parte por el cansancio de aquella explosión ornamentalista y recargada y en parte por el impulso de Luis XVI, que como monarca de su tiempo quería ser recordado, aparte de sus logros políticos, por un estilo artístico (fundamentalmente en el mobiliario y la decoración) que acompañase su reinado y lo distinguiera del anterior. (Recordemos que al Rococó, también se le llama estilo Luis XV). El Neoclasicismo se caracteriza, como cualquier estudiante de Secundaria sabe, por una revisitación de los clásicos grecolatinos, sobre todo en la arquitectura, lo que supone una defensa de lo racional y lo sobrio en contraposición a lo recargado y asimétrico del estilo imperante con anterioridad.

  El racionalismo, la sobriedad no exenta de lujo...probablemente por todo ello, Kubrick se decidió por este estilo para la escena culminante de su película. De modo que situó a Dave Bowman, tras su viaje estelar, en esa distinguida habitación, a la que dotó de una espectral iluminación desde abajo, que crea un ambiente aún más especial y aporta a la escena unas sombras y juegos de luces totalmente originales.
  Hay otra metáfora en esta, en principio, inocente elección de un estilo decorativo para la escena. Luis XVI fue el último rey de Francia, sucedido -y ejecutado- por la Revolución Francesa. Dave Bowman asiste a otro proceso: resume la evolución del ser humano hasta llegar al status de Hijo de las Estrellas. Él no sigue el lento camino de la evolución. Experimenta una revolución.

viernes, 22 de junio de 2012

La Biblioteca oculta de Zöor (II)

  Cuando volví de mi viaje intenté recopilar por escrito todos los tipos de mundos que había visto, los cuales no fueron pocos y creo que representan una completa muestra de los soportes que sustentan a las razas y civilizaciones del infinito.
  En primer lugar, los planetas (y, a veces, los satélites), origen de toda civilización, y de los cuales  siempre pensamos que eran el único hogar posible de cualquier brote de vida, ya sea instintiva o inteligente.
  Pero las sociedades evolucionan y, además de desplazarse y -eventualmente- colonizar otros planetas, también modifican el mundo originario dotándolo de implementos que facilitan la vida y los desplazamientos de sus habitantes, además de procurarles espacio adicional:
  En una primera etapa, el cúmulo de satélites artificiales y estaciones orbitales llega a ser tan poblado, denso y compacto que, a la larga, forma un anillo alrededor del planeta. Cuando este anillo se consolida, o incluso antes, se instalan unos ascensores que, a modo de radios, comunican el anillo con la superficie planetaria. Cuando el anillo va ganando en solidez y complejidad es muy probable que la mayoría de la población vaya trasladándose al mismo -dadas sus ventajas de ingravidez, asepsia y ambiente controlado- para prolongar artificialmente su esperanza de vida. Sus moradores visitarían solo de tarde en tarde la superficie, ya  como viajeros de placer, ya como supervisores de  la producción de materias primas, trabajo que realizarían los robots.
  En la siguiente etapa, y una vez desarrollada suficientemente la ingeniería planetaria, algunas civilizaciones son capaces de remodelar, descomponer e incluso desplazar diversos planetas de su sistema solar - o de otros sistemas vecinos- para ir construyendo otro anillo, pero esta vez, alrededor del sol. Normalmente coincidiendo con la órbita del planeta madre -cuya materia se utilizaría en la construcción, con lo que desaparecería como tal-, o en una más cercana o más lejana según el momento evolutivo de su sol, construirían un mundo anillo. Como un cinturón que ocupara la órbita completamente. Las implicaciones tecnológicas de esta construcción son tales que no intenté comprender como había podido llevarse a término. Solo me limité a disfrutar de mi estancia en aquella maravilla de la ingeniería planetaria.
  Pero mi asombro por los mundos anillo quedó pronto eclipsado cuando vi por primera vez una esfera Dyson. En mi época, realmente faltaban muchos años para que Freeman Dyson formulara su hipótesis, pero como en los viajes por el espacio a veces también se viaja en el tiempo,  mis acompañantes ya conocían esta formulación y así me lo explicaron. Efectivamente, algunas civilizaciones ya no se conforman con construir un anillo alrededor del sol, sino que construyen una esfera sólida , en cuyo centro dejan encerrada a la estrella o estrellas de su sistema solar, y  la cara interna de dicha esfera se convierte en su mundo. La eficiencia energética es total, pues nada se pierde en el espacio. ¿Y cómo consiguen tanta materia para dicha construcción? Quizá son capaces de convertir la energía en materia.
  Posteriormente, cuando la ingeniería planetaria queda obsoleta, las civilizaciones muy avanzadas utilizan directamente las estrellas como materia prima para sus construcciones, creando lo que podríamos llamar "halos de energía" que enlazan unas estrellas con otras, a modo de puentes de materia estelar, creando una especie de conducción de energía que les permite situar su mundo vivienda en cualquier lugar, sin necesidad de estar atado al carrusel  gravitatorio de una estrella. A veces incluso convirtiéndolos en planetas errantes que viajan por el universo o incluso llegando a vivir  en el interior de los soles. Algunos llegan a formar alineaciones de soles que producen, en el propio espacio, un lugar estable creado por las gravedades combinadas de varias estrellas, o de decenas o cientos de ellas. Estos son los seres más avanzados que he visitado, a los que llaman "pastores de estrellas". Pero, al parecer, entre los moradores del universo aún hay razas más adelantadas tecnológicamente, aunque probablemente no está, por ahora, a nuestro alcance comprenderlas.

Fragmento hallado en  la Biblioteca de Zöor
Todos los capítulos publicados
La biblioteca oculta de Zöor I
La biblioteca oculta de Zöor II
La biblioteca oculta de Zöor III
La biblioteca oculta de Zöor IV
La biblioteca oculta de Zöor V
La biblioteca oculta de Zöor VI (1ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VI (2ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VI (3ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VI (4ª parte) 
La biblioteca oculta de Zöor VI (5ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VI (6ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VI (y 7ª parte)
La biblioteca oculta de Zöor VII
La biblioteca oculta de Zöor VIII
La biblioteca oculta de Zöor IX
La biblioteca oculta de Zöor X

domingo, 17 de junio de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus. Parte XII

  ¿Es infinito el universo?, ¿se expande o se contrae?, ¿hay un sólo universo o muchos?, ¿hay una sucesión infinita de universos finitos? ¿Coexisten en el mismo tiempo y en el mismo lugar universos paralelos que se encuentran en dimensiones diferentes? ¿Cómo se da el salto de una dimensión a otra?
  Puede que el Universo que conocemos sea finito dentro de una sucesión infinita de universos finitos y paralelos. Si el Universo es finito no se expandirá infinitamente, y al llegar al máximo de tensión, comenzará a contraerse. Puede que una vez llegado al límite de condensación, vuelva a comenzar a expandirse y así infinitamente. Con lo cual el universo puede ser finito en la dimensión espacial e infinito en la dimensión temporal. Mientras tanto, el resto de universos finitos y paralelos a este, seguirían el mismo proceso.
  ¿Nos visitarían incidentalmente seres de otros universos?, ¿o lo harían de forma sistemática? En el primer caso, serían meras intromisiones no exentas de interés. En el segundo, se daría lugar a una complicada urdimbre de influencias y tensiones, que harían peligrar el delicado equilibrio de tan vasto y complicado sistema.
  ¿Habría, pues, vigilantes que, a modo de guardias fronterizos, impidieran el tránsito entre dimensiones para preservar la libre autodeterminación de cada universo?, ¿para evitar en ellos injerencias externas o ambiciosos planes de conquista? Es más, si cada universo se expande y se contrae infinitamente, como en prolongados latidos, ¿no sería necesaria la presencia de una especie de gigantesco corazón que gobernara ese pulso?
  ¿Habría, por tanto, en el universo, seres de orden superior al humano, a medio camino entre la vida consciente y la potencia de los astros?

*  *  *  *  *

  La hiperconciencia tenía el poder. El poder de gobernar el universo. El poder de crear y destruir. Con su impulso insuflaba nuevas energías a la expansión del cosmos. Cuando la matería se hallaba tan expandida y dispersa que su energía era casi inexistente, la convocaba de nuevo a su presencia, condensándola bajo inimaginables presiones, amasándola entre sus poderosas garras, acrisolándola y enriqueciéndola. En determinado momento, ese diminuto universo constreñido, en proceso de gestación, rodeado de vacío, estallaba con inconmensurable fiereza y comenzaba de nuevo su expansión. Y en su centro sólo quedaban unas fauces ahítas en espera de una nueva sístole devoradora.
   La hiperconciencia, boca, ombligo y músculo del universo, acrecentaba su poder con cada ciclo. Cada vez que engullía el universo y antes de volver a regurgitarlo, guardaba algo para sí. Y en el vacío que debía quedar en el ombligo del mundo, había, sin embargo, tras el paso de las eras, un compacto conglomerado de energía y materia.
  Algún conspicuo viajero del espacio, perteneciente a quién sabe que ignota estirpe, atravesando la senectud de su ciclo, pero en pleno vigor cognoscitivo, habría arribado en su periplo a ese punto. Lo conquistó o fue conquistado. Unieron sus fuerzas, la inteligencia y la energía, dando lugar a un nuevo e híbrido ser que, sujeto a las tensiones de poderíos contrapuestos, oscilaría entre lo elevado y lo profundo, enloqueciendo, a la larga, víctima de sus internos conflictos.
  En su evolución pasó de la indiferencia, pues era inconmovible, a la bondad, cuando alcanzó a comprender la grandeza de su tarea. Y más tarde, al egocentrismo más desbocado, cuando cobró conciencia de su superioridad sobre todo lo existente.
  Y descubrió que ya no estaba limitado por su secular tarea. Podía extender sus tentáculos de poder y dominar el universo. Podía generar proyecciones de sí mismo que enviaba a recorrer el universo. Agentes de destrucción que se enquistaban en el organismo enfermo del cosmos y propagaban el caos.
CONTINUARÁ




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sábado, 16 de junio de 2012

Intro XI

  -¿Crees que nuestros problemas tendrán solución algún día? -le pregunté a X una tarde de finales de verano en que me hallaba especialmente melancólico.
  -Es complicado dar una respuesta a eso. Depende del despertar.
  -¿Cómo...?, ¿qué es eso del despertar?
  -En toda civilización con posibilidades de éxito hay un antes y un después del despertar. El despertar es como una explosión en que todo cambia de pronto; nacen valores nuevos, se diseñan nuevas formas de enfrentarse a los problemas, cambian las prioridades. Pero no ocurre espontáneamente. Necesita un desencadenante, una semilla. Me explico: en civilizaciones atrasadas como la tuya, no existe, en general, lo que podríamos llamar una conciencia cósmica, o lo que es lo mismo, la conciencia de lo pequeños que sois en la inmensidad del Universo. Y ello hace que seáis egocéntricos, que os miréis el ombligo como si fuerais lo más importante. Os importa la obtención de riquezas, de bienes materiales, lo que provoca un derroche de materias primas y un desgaste de las fuentes de energía. No se hace un uso racional de los recursos porque la máquina productiva poscapitalista se convierte en un fin en sí misma. La producción por la producción. No se produce solo la cantidad necesaria para satisfacer la demanda. Se produce en progresión geométrica y hay que crear una demanda artificial para dar salida al stock producido, llegando al consumo compulsivo inducido. Pero todo esto son minucias de andar por casa, porque llega un momento en que ocurre algo que hace pensar a la gente que ese no es el camino, que debemos cuidar el planeta, aprendemos a valorar lo que tenemos en nuestro mundo, y eso implica un respeto de los recursos naturales, lo cual desemboca en un cambio en las costumbres consumistas, que a su vez lleva a las grandes empresas a replantearse el modo de producción, etc. En el actual estado de cosas la gente solo vive para lo próximo, lo inmediato,  y no tiene la perspectiva cósmica a que antes me refería. Por supuesto, los científicos y estudiosos sí la tienen, pero no el pueblo en general. Cuando este la adquiere, las cosas empiezan a cambiar.
-¿Y cual puede ser ese desencadenante, si no es mucho preguntar?
- Es de sobra sabido que uno valora más lo que tiene cuando siente el temor a perderlo. Una gran catástrofe natural o un conflicto global , o el temor a cualquiera de ellos, pueden ser el desencadenante de un cambio en la percepción de la realidad. También podría serlo el primer contacto con una civilización alienígena.
Cuando uno vive solo y aislado suele volverse descuidado y perezoso, pero si esta acostumbrado a recibir visitas se preocupa por  tener su casa ordenada. Y vosotros habéis empezado a recibir visitas. Aunque haya sido de forma completamente casual...
  Me quedé un rato pensando en las posibles implicaciones de todo aquello y empecé a sentirme preocupado. ¿Era posible que la visita de este sujeto pedante y regordete representara el comienzo de una nueva era para la humanidad? ¿Y qué pintaba yo en todo esto?
CONTINUARÁ



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jueves, 14 de junio de 2012

Mis pensamientos...

  Mis pensamientos cabalgan, cual valquiria evanescente a lo largo de una profusa red de entreveradas sensaciones. Veo aparecer ante mí, en condescendiente gesto -quizá compasivo- todo el entramado de circunstancias que rodean la inimitable, la colorista exhibición -a diario reproducida- de la actividad humana, esa prolífica creadora de sinrazones, confusiones, entuertos, malentendidos y malinterpretaciones en las que se basa nuestro corretear diario por el desgastado suelo de la existencia.
La núbil notoriedad que nos abraza, el deseo, el repudio, el desespero, la estúpida sensación de haber olvidado algo...forman el bagaje que nos acompaña a diario. Y soy consciente de mi ínfima significación en ese minucioso despliegue de gestos, sonidos, sentimientos, punzadas de dolor; en esa ingente cacofonía que supone una existencia tan diversificada.
  Pero aún así, no ya una mente pensante, sino solo un mero cúmulo de experiencias burdamente codificadas, más o menos analizadas -que es a lo que a veces quedamos reducidos, sin importarnos incluso, así de inconscientes somos- puede llegar a advertir, de forma instintiva, visceral si se quiere, al menos una parte de la inmensidad que le rodea.
  Imaginemos una célula, un ente protozoico, plácidamente instalada en su cabal entorno: una fúlgida, transparente, refrescante gota de agua. Esta gota está, a su vez, sumida en un mar, en un océano. La célula no es, desde luego, consciente -aunque su pletórica aquiescencia pudiera inducir a pensar lo contrario- de la enormidad que constituye su amplio ecosistema (nerítica, neritopelágica, neritobéntica, batipelágica). Tampoco de los posibles -de hecho, reales- cohabitantes que pueden darse cita en él. Sus miras son reducidas, de acuerdo con sus necesidades.
  Sin embargo, ¿podría intuir un algo de cambio en los movimientos de la marea?



Otros relatos publicados:
El día que me abandonaron
Un gato llamado leyendas de Marte
Deambulo por una calle

miércoles, 13 de junio de 2012

La Biblioteca oculta de Zöor ( I )


  Ludwig Ubaldo Zöor, nacido en algún punto de la selva amazónica en torno al año 1860, fue, como sus padres, explorador y científico, probablemente apátrida, y, como aquellos, sin lealtades conocidas. Sus trabajos de cartografía y agrimensura por encargo de algunos gobiernos de Sudamérica son la parte más conocida de su actividad, pero en algún momento de su vida se topó con algo sorprendente...

  En uno de sus escasos viajes a Europa trabó conocimiento con un viejo profesor retirado de la Universidad de Göttingen, que solicitó su colaboración para cierto proyecto. Ciertamente, el viejo profesor, sabedor de sus orígenes y andanzas, decidió que él era la persona idónea para llevar a cabo dicho encargo. Sus últimas palabras, al despedirse, fueron tajantes: "Hay que esconderlos."

  En el puerto de Hamburgo, un destartalado mercante -el "City of  Helsingor"- le esperaba con su secreto cargamento. Habían puesto a su disposición un equipo de curtidos mercenarios que le acompañarían en su misión. A esas alturas, Zöor ya se había dado cuenta de que nada de todo esto había ocurrido por casualidad, y que él mismo no era más que una pieza de un complejo rompecabezas.

  Camufladas entre el  cargamento general del barco , se encontraban varias decenas de grandes cajas de madera, cubiertas de candados. Sin inscripciones, sin un detalle de su contenido, que solo sería revelado al llegar a destino.

  Algunas semanas más tarde, el barco arribó al puerto de Manaos, donde la carga fue transferida a unas barcazas para el resto de la  travesía por el Amazonas. Tras varios días por el río, desembarcaron junto a lo que parecía el inicio de un sendero que, según los cálculos de Zöor, les llevaría a su destino.

   Transcurridos unos días de agotadora caminata por la selva llegaron al pie de una peña que se erguía solitaria entre copaibas y helechos, cubierta de un espeso musgo. Ya conocía aquellos parajes de anteriores expediciones, pero esta vez venía buscando algo que hasta entonces le habría pasado desapercibido. Siguiendo las instrucciones que le habían facilitado, comenzó a buscar un acceso a la  cueva que, ignorada hasta entonces, se suponía que se hallaba en el interior de la montaña.

  Y allí, ajena a los ojos del mundo, a salvo de la curiosidad de propios y extraños, atesorando unos conocimientos que hubieran revolucionado la existencia de  generaciones, permanecería ignorada por mucho tiempo, la biblioteca oculta de Zöor.


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La biblioteca oculta de Zöor I
La biblioteca oculta de Zöor II
La biblioteca oculta de Zöor III
La biblioteca oculta de Zöor IV
La biblioteca oculta de Zöor V
La biblioteca oculta de Zöor VI (1ª parte)
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La biblioteca oculta de Zöor VIII
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martes, 12 de junio de 2012

De fulgurar triste la ciudad (VIII parte)

  Aquel laberinto de túneles en el corazón de la ciudad semejaba las intrincadas circunvalaciones de las arterias en su conexión con el  corazón. Pobremente iluminados, sólo los iniciados eran capaces de hallar su camino en ellos. De cuando en cuando, a derecha e izquierda se adivinaban oscuras bocas que conducían a su vez a otros túneles, y Jori imaginó que, a la postre, podrían llevar ante las mismas puertas del infierno. 
  Evidentemente, le llevaban a un lugar secreto. Aunque quisiera escapar, ya no podría sino perderse en aquel laberinto, recorriendo infinitamente aquellos intrincados pasadizos. Pero el conductor del vehículo parecía saber perfectamente a dónde iba. Tras una curva, el carril por el que circulaban se ensanchó en una especie de glorieta, cubierta por una alta bóveda. En la pared que la circundaba se abrían una serie de puertas. Lo sacaron del coche y se dirigieron hacia una de ellas.

  El búnker antirradiación fue la génesis de la ciudad. Como semilla plantada en la profundidad de la Tierra, permaneció sellado durante décadas hasta que sus moradores decidieron que era la hora de salir al exterior. Sus cálculos eran correctos. Esperaron el tiempo estipulado desde la finalización de la guerra. Pero su sorpresa y su horror, al acceder de nuevo a la superficie, fue comprobar que la guerra no había terminado. Los arsenales de las potencias, capaces de destruir la Tierra mil veces, siguieron lanzando su mortífera carga durante decenas de años, siguiendo un programa automático, hasta agotarse totalmente. Todos esos años esperando en la relativa seguridad del refugio habían sido en vano. Y la contaminación seguía estando por todas partes. Y la enfermedad diezmó a los supervivientes. Y estos la transmitieron por generaciones.

  Llegaron a una sala inmensa, de suelo pulido e intensa iluminación. Cientos de operarios enfundados en trajes asépticos se afanaban en torno a sus puestos. En el centro se veía una enorme construcción metálica rodeada de cables, tubos y superestructuras por donde se movían los operarios. Los hombres que escoltaban a Jori le hicieron detenerse a unos metros de la estructura. Desde una esquina se aproximó un pequeño vehículo eléctrico, en cuyo habitáculo se adivinaba la familiar y ajada figura del Presidente Rodamit, que Jori había visto alguna vez en televisión. De pronto, una pantalla en la parte frontal de la Máquina, se iluminó, formando una imagen pixelizada que sugería un rostro redondeado y de apariencia benigna. La Máquina comenzó a hablar:
  -Bienvenido a mis humildes dominios, querido Jori. Posiblemente no sabes nada de nosotros, pero nosotros lo sabemos todo sobre tí. Ah, te presento a tu padre, el Ilustre Narg Rodamit. Siempre te creíste huérfano, pero tu padre, aquí presente, todavía vive. Por sorprendente que parezca.
  Tienes reservado un sublime destino. A estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que te has curado completamente de la  enfermedad. Y serás la llave para curar a toda la humanidad. Tu sacrificio será necesario, pero serás recordado como el Salvador.
 Jori empezó a comprender. Había sido concebido y criado con el único fin de sintetizar en su cuerpo el remedio que curaría la enfermedad. Pero algo se rebelaba dentro de él. Unas horas atrás, cuando comprendió que su cuerpo dejaba de producir la esencia, se había preparado para esperar la muerte, y no le importaba, pues tenía asumido que ese sería su final. Pero, más tarde, al sentirse curado, una esperanza comenzó a florecer en su mente. Ahora, como en un fogonazo lo vio todo claro. Debía huir de allí, aún no sabía cómo, salir de la ciudad y comenzar su viaje en busca de otro lugar donde vivir.
CONTINUARÁ



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lunes, 11 de junio de 2012

Comentarios. Universo de locos (What mad Universe)

  Este es el título de una encantadora novelita del inefable Fredric Brown (1906-1972), escrita allá por el año 1946, que, ciertamente, a la luz de nuestros días, rezuma candor e inocencia, pero no debemos perder de vista que Brown era un maestro de la ironía, con lo que dicha inocencia puede tomarse, al fin y al cabo, como una licencia literaria. En cualquier caso, diré que se trata de una de mis novelas favoritas de SF, entre otras cosas, porque incluye una serie de temas e ideas muy interesantes, tratadas de manera  muy original, bajo el característico enfoque humorístico, irónico y sorprendente de Brown.
  Todo empieza cuando Keith Winton, casualmente director de una revista de Ciencia Ficción en el Nueva York de los años 50 del pasado siglo, está descansando en el jardín de la mansión de su jefe, en los momentos previos a la cena, en la noche del cohete. Esto se refiere a que esa noche el primer artefacto lanzado por la humanidad hacia la Luna, tiene previsto chocar contra ella y despedir, en el momento del impacto, un fogonazo que se podrá ver a simple vista desde la Tierra. Lo que ocurre, sin embargo, según se explica en el prólogo, es que por un fallo técnico, el cohete, en lugar de dirigirse a la Luna, vuelve a caer hacia la Tierra y precisamente impacta ¿no adivinan donde? Pues sí, en el jardín de la mansión del jefe de Winton. Según las periódicos del día siguiente, las doce personas que se hallaban en la propiedad  murieron en el acto, pero solo se encontraron once cadáveres. El cuerpo de Winton, supuestamente, se desintegraría, al hallarse tan cerca del lugar del impacto.
  Pero, desde el punto de vista de Winton, lo único que ocurre es que se cae al suelo al desaparecer el sillón en el que estaba dormitando. Ahora, eso sí, cuando se levanta descubre que se encuentra en un lugar desconocido: En realidad, el lugar es el mismo, una parcela rústica en algún punto de las montañas Catskill, en el estado de Nueva York, pero todo es distinto. Con la explosión del cohete, ha sido transportado a un universo paralelo, donde muchas cosas son coincidentes con la realidad de Winton, pero otras...Y ahí es donde empiezan las desventuras de Keith Winton, que va sorprendiéndose a cada paso y que, además, debido a su ignorancia de ciertas cuestiones y costumbres, es confundido con un espía enemigo: Efectivamente, la humanidad está en guerra; nada menos que contra los arturianos, habitantes del sistema de la estrella Arcturus. No hace falta añadir, que en ese universo, la humanidad dispone de naves espaciales y otros adelantos impensables en la época de Winton.
  Hay una serie de elementos chocantes como la coexistencia de viejos Ford T y naves interplanetarias o el hecho de que haya sido inventado una especie de superordenador autónomo y con capacidades telepáticas, pero que, para llamar por teléfono, la gente tenga que esperar cola ante una cabina. Pero todo esto queda justificado en un sorprendente final que no voy a desvelar.
  A lo que me refiero con el candor y la inocencia mencionados más arriba es a la forma en que gracias a una serie de afortunadas casualidades, el protagonista va sorteando los peligros a que se ve abocado por su desconocimiento de la realidad en que se encuentra. Es realmente afortunado que, cuando la policía llega a su habitación de hotel, buscando al supuesto espía,  uno de los agentes, aficionado al género, sea lector habitual de la revista dirigida por Winton, y, entablando una amena conversación con él, queda satisfecho con su identificación y le dejan marchar. Y no sólo eso, llaman a los encargados de la vigilancia de la estación para que lo dejen salir de la ciudad sin más averiguaciones. Incluso le informan de la hora de salida del tren.
  Una vez en Manhattan, y debido a los rigores de la Niebla Negra, el incauto Winton, que pretende llegar a su casa en plena noche desde la Estación Gran Central, está a punto de ser capturado por los Nocturnos, una sanguinaria banda de delincuentes que deja un reguero de muertes todas las noches en el corazón del viejo Nueva York. Pero Winton, afortunadamente, se salva porque, justo antes de ser alcanzado por los asesinos, consigue romper el cristal de una puerta y penetrar en el interior de lo que ¡oh, casualidad!, es un pequeño hotel donde, tras convencer al empleado de sus buenas intenciones, alquila convenientemente una habitación para pasar la noche y, además, compra unos libros que le informarán de cómo es la vida en este nuevo Universo.
  Pero dejando aparte estas licencias argumentales que, evidentemente, tienen la única finalidad de permitir desarrollarse la trama sin que el protagonista muera a las primeras de cambio, como consecuencia de los incontables peligros de este violento universo ("¡Disparen sin previo aviso!", "...cinco mil policías habían muerto en luchas callejeras", "...se había acabado por abandonar los intentos de mantener la ley y el orden por la noche."), hay una serie de argumentos muy interesantes como ya dijimos anteriormente, que hacen de esta novela un clásico de culto:
Una infinidad de infinitos. Una de las sempiternas tentaciones de la Sci Fi ha sido la de encontrar atajos practicables a otras realidades, ya sean futuras, remotas o alternativas. El paso de un universo a otro paralelo merced a algún hecho fortuito es una de las más socorridas, ya que no se necesita dotar al protagonista de grandes conocimientos ni medios técnicos. Una vez en el otro universo se puede dejar volar la imaginación y contar prácticamente lo que se quiera, amoldando las circunstancias del relato a la historia que se quiere contar. En esto, Brown es un maestro, llevando al lector por donde él quiere, para sorprenderlo a cada paso, ya que se puede esperar cualquier cosa conforme va avanzando la narración.
Inventos increíbles. Esta es una de las principales características de las narraciones de la primitiva SF: la acumulación de sorprendentes inventos que venían como anillo al dedo en el desarrollo de la historia. Brown, socarronamente, hace un uso generoso, aunque cuidado, de esta licencia. El Potenciomotor Burton; "las máquinas de coser rampantes", que son el precursor del viaje espacial instantáneo y gratuito, conseguido merced al montaje de ciertos dispositivos electromecánicos (unos cuantos cables, bobinas eléctricas y un juguete de cuerda)  en una caja de cartón. Y, por supuesto, el Mekky, al que antes hemos aludido como una especie de ordenador que sabe hacer un montón de cosas.
El superhéroe. Joe Dopelle. Es el culmen de toda buena historia clásica de fantasía. Un hombre que es al mismo tiempo líder de las masas, superinteligente -ha inventado un montón de cosas-, supervaliente -es el comandante en jefe de la flota terrestre en lucha contra los malvados arturianos-, y además, superguapo: todas las mujeres de la Tierra suspiran por él. Pero la única que ha conseguido que se fije en ella es la -suponemos que guapísima- Betty Hadley,  su prometida. Precisamente la que iba a ser la novia de Winton en su universo de origen. Hasta la novia  le quitaron en este Universo de locos.

  Bueno pues, por increíble que parezca, Brown consigue, con este aparente batiburrillo sin sentido, montar una historia genial, en la que, al final, todo queda justificado y convenientemente resuelto. Hasta la inquietante e inexplicable situación de Keith Winton es aprovechada, en última instancia, para vencer las dificultades a las que la Tierra se enfrenta en ese universo, convirtiéndose aquel en un héroe para la Humanidad, en lo que representa una de las más afortunadas piruetas narrativas logradas por Brown. Pero no vamos a desvelar nada más de la novela. Esto no es más que una invitación a leerla. Y si deciden hacerlo, espero que la disfruten.

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"La Clave", de Isaac Asimov (III)
"La Clave", de Isaac Asimov (IV)
Aquellas viejas series1. Perdidos en el espacio (I)
Aquellas viejas series1. Perdidos en el espacio (II)













domingo, 10 de junio de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus. XI parte

  -Nos hallamos ante una crisis sin precedentes. Todo parece indicar que la colonia Nimbus se ve ciertamente amenazada en estos momentos. Una lectura prudente del mensaje nos da pie a pensar que algún tipo de cataclismo de impresionantes dimensiones se abate sobre el planeta. Pero lo que es más alarmante es que no podemos afirmar, a la vista del informe recibido, que este desastre sea de origen natural. Lo que introduce un elemento de misterio y, quizá, de trascendental importancia, no solo para el momento actual, sino para toda la historia de la humanidad. Al parecer un sector de los colonos del planeta imputan a una inteligencia alienígena la responsabilidad de los hechos. En cualquier caso, el mensaje no deja de ser confuso y, en ciertos momentos, sorprendente, pues deja entrever grandes controversias sobre este punto.
  -¿Cuáles son sus peticiones?- preguntó uno de los miembros de la Asamblea.
  - Algo que estarán de acuerdo conmigo en que nos resultará doloroso cumplir. Piden permiso -y medios- para abandonar el planeta y dirigirse a alguna otra colonia que pudiera recibirlos.
  Hubo murmullos de desaprobación entre los integrantes de la Asamblea. Un hombre ya anciano se levantó y tomó la palabra.
  -No podemos permitir que abandonen el planeta . Su compromiso era permanecer en él, explorarlo en su totalidad y hacerlo productivo hasta llegar a unos niveles de habitabilidad que hagan posible la acogida de nuevos contingentes de población.
  -Todos sabemos cuál es el compromiso. Pero el logro de los objetivos se ve amenazado en las actuales circunstancias.
  - En la práctica, sería imposible evacuarlos de allí. tardaríamos años en poder enviarles naves, sin contar la duración del viaje -dijo otro hombre en ese momento.
  -Parece que ellos ya han analizado el problema  desde todos los ángulos. No tendríamos que enviar nuevas naves hasta allí. Han fijado un punto de encuentro a mitad de camino  hacia una colonia vecina. Habría que estudiar si alguna de las naves en ruta podría encontrarse con ellos y proveerles de combustible y suministros. Intentarán reflotar las antiguas naves que poseen  para llegar hasta allí. Dentro de un año, aproximadamente, tendría lugar la cita. Actualmente hay cinco naves en aquel sector del espacio, progresando lentamente hacia sus respectivos destinos. Parece factible, según los técnicos de vuelo, que alguna de ellas lleve a cabo ligeras modificaciones de rumbo y los alcance en el momento adecuado.
  - Pero, ¿qué les hace estar tan seguros de la necesidad de abandonar el planeta? -preguntó un hombre de rostro iracundo-. Los hechos que relatan podrían ser desastres naturales propios de la situación climática o geológica de aquel planeta. O quizá hayan sufrido una lluvia de meteoritos. Por terribles que sean estos acontecimientos, quizá no haya que llegar al extremo de dejarlo todo y salir corriendo. Podrían buscar otro lugar del planeta y establecer nuevos asentamientos.
  -Ese es el punto de vista  que sostiene una parte de la población. Pero la mayoría se siente lo bastante impresionada como para haber llegado a convencerse de la necesidad de huir. Lo cierto es que desde aquí no podemos evaluar correctamente la situación, pero ellos alegan tener buenas razones para actuar de ese modo, aunque no queda muy claro en el mensaje cuáles son esas razones. Dan a entender que se ha establecido un contacto con otra inteligencia que les ha prevenido del peligro, lo cual viene a complicar más aún la situación.
  Como saben, no tenemos más remedio que dejar un gran margen de autonomía a las colonias, pues es difícil controlarlas desde la Tierra. Por otra parte, no supone para nosotros un gran trastorno el darles el permiso solicitado y concederles lo único que piden, el encuentro con otra nave.
  -Además, si el peligro fuera cierto y el desenlace fatal -dijo una delgada mujer de apariencia resuelta-, supongo que no nos gustaría sentirnos responsables de tantas muertes. Más adelante, quizá podamos enviar allí a alguien que investigue lo sucedido. Pero, por ahora, creo que lo más importante es poner a salvo a aquella gente.
  Pero, ¿y la pérdida económica que supone el desprendernos de una colonia entera? -arguyó el individuo iracundo-. Hay mucha gente esperando para poder embarcarse en un futuro próximo.
  - En ese sentido, poco podemos hacer, salvo seguir esperando. Como ya saben, el dominio del cosmos es un proceso que requiere paciencia...
CONTINUARÁ





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sábado, 9 de junio de 2012

Intro X

  -Otro de los males de vuestro mundo es el gregarismo.
  -¿Cómo..?
  X siempre era así. Soltaba sus dictámenes de forma sumaria, con un desprecio absoluto de la diplomacia o la amabilidad. De todas formas, interiormente agradecí que ya no hablara del "planetilla", sino del "mundo".
  -El gregarismo -continuó diciendo- es en realidad otro logro evolutivo en las especies débiles para tener una posibilidad de éxito. Los cardúmenes de peces se aprietan formando un gran cuerpo para dar la impresión de un único animal más grande, porque aquellos peces, individualmente, no tendrían escapatoria ante un depredador. Los rebaños de herbívoros se agrupan también con esa finalidad, pero además, con otro doble objetivo: protegen en el interior de la manada a los más jóvenes para darles una oportunidad de supervivencia y dejan en el exterior del rebaño a los más viejos, que son prescindibles. El depredador, aunque poderoso, también valora la economía del esfuerzo, y acepta ese ofrecimiento, permitiendo huir al resto del grupo. Pero llega un momento en que el gregarismo deja de tener sentido. En la evolución de las especies inteligentes, el gregarismo va desapareciendo, puesto que al lograr la supremacía gracias a la inteligencia, y por tanto, la victoria sobre el resto de especies, ya no es necesario mantener ese mecanismo de defensa. Se debe pasar por tanto, al siguiente stage: una sociedad igualitaria, con derechos comunes, en la que se protege a los débiles pero se valora la independencia de criterio.
  -Bueno, eso que dices, es más o menos la definición de sociedad democrática. Es lo que tenemos en muchos países...
  -Sí, pero no es suficiente -sentenció X-. La valoración que yo hago es global. Esa sociedad democrática debería ya estar implantada a nivel mundial desde hace tiempo. Y aún no lo habéis conseguido. De hecho, esa es una de las claves del atraso de vuestra sociedad, que se basa, precisamente, en el logro de riqueza a través del mantenimiento de esas desigualdades realmente pavorosas entre los distintos países. 
  Pero en cualquier caso, tu sociedad democrática tampoco funciona realmente como tal: sigue manteniendo el gregarismo como forma de dominación de la masa. A través del control del pensamiento por los medios habituales, como la publicidad, el arte subvencionado, los partidos políticos... se consigue, de manera sutil, que la gente desee seguir al rebaño, asistir a actos multitudinarios, seguir el pensamiento único, e incluso divertirse siguiendo las pautas dictadas por los dominadores de la economía mundial. 
  -Entonces -aventuré dubitativo-, eso explica el hecho de que a la gente le guste estar en sitios muy concurridos, codo con codo, y a los que no nos gustan las aglomeraciones nos miren como a bichos raros. 
  -Exactamente, esa es la idea. El individuo, generalmente, desea, e incluso necesita, -ojo-, no la compañía, sino la presencia de sus iguales, para sentirse arropado; aunque no se descarta que ello pueda generar conflictos o competencia por la supremacía en cada momento y lugar.
  -O sea, gregarismo en lugar de convivencia. 
  - Ahí le has dado.
  - Y mientras no superemos esta situación no saldremos de ...
A veces pienso que me estoy convirtiendo en un extraterrestre de una galaxia muy lejana.
CONTINUARÁ



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viernes, 8 de junio de 2012

Heroica Mediocridad

  Y sin embargo, qué fácil caer, sin proponérselo, en la rutina, en ese vaivén acompasado que nos mece en la cadencia monótona de los minutos, las horas, los días. Siempre al mismo ritmo, siempre marcando el paso que nos enseñaron ya desde la cuna, sin importunar al gran dios de lo corriente, lo anodino, lo gregario.
  Muchas ideas nos asaltan; se configuran ante nosotros en tonos pálidos, irisados, vivos; nos rodean con su gentil, adulador brazo, haciéndonos creer que importamos a este mundo desabrido y arrogante. Nos alzan en imaginario pedestal, nos invitan a ver, en amena concupiscencia, todas las imágenes de un orbe a vista de pájaro. Creemos, por un momento, hallarnos en posesión de la preciada verdad, de las soluciones precisas, de la posibilidad de descubrir, con pocos esfuerzos, ese camino que según  prometían los antiguos nos llevará a las cotas más altas de la perfección y el goce.
  Pero esta, como otras muchas, es una historia de mediocridad. Una mediocre historia de cotidianas rutinas. de impotencia, de resignación, de conformismo. El cuerpo tiene un límite de desgaste, de lucha. Obsolescencia programada, también a nivel biológico. ¿Conseguiremos algún día saltarnos también este handicap? Pero así es: el cuerpo se cansa de luchar, se desgasta. Nos aplasta el grueso olor de la repetida, consecutiva derrota. A veces, el horror profetizado no llega a materializarse. Su sola insinuación es suficiente para evocar los horrores que desde la noche de los tiempos dejan sin dormir a generaciones, revolviéndose en el lecho ante los terrores que la noche tan eficazmente magnifica. No hacen falta, por tanto, alardes de poderío. Un pequeño ramo adornará la tumba en su sencillez. No hacen falta cortejos. Ni oropeladas exequias. Solo de tarde en tarde. Con eso basta. Pero no solo ese cuerpo cansado y viejo fenece y yace expuesto a la erosión de la naturaleza. También la mente se cansa, produciendo los demonios que atormentarán a su dueño, en los últimos, ruines años de su existencia. Y todas las imágenes funestas que hemos presenciado a lo largo de nuestra vida, archivadas y grabadas con trazo indeleble, aunque hayan sido vividas de lejos, sin mancharse las ropas, sin salpicaduras molestas, vendrán a retozar a nuestro alrededor, recordándonos lo vano de nuestro intento de rodear de perfección y asepsia nuestro devenir cotidiano. En cualquier momento nuestro cerebro puede recurrir a ellas; incluso en los más inoportunos, cuando más aplomo hace falta; cuando queremos gobernar con mano firme nuestro propio destino, el recuerdo nos las ofrece en bandeja de plata; reduciéndonos a un asustado niño que llora muerto de miedo en un rincón oscuro. Y sentir el frío bajo la piel, y ese retraerse de los poros; ocultarse a la vista ajena: que no penetre el vaho exterior...¿a que huele? es el olor de la desesperación, de un callejón sin salida para nuestra marchita existencia. Esconde la cabeza como último intento defensivo.
  ¿Cuántas veces hemos creído oír nuestra propia voz con ese timbre angustiado, en las noches penitentes de después de la batalla? ¿Y quién no ha pisado, involuntariamente, las piltrafas de carne podrida y muerta, y se ha arrepentido luego de su descuido, y no ha podido soportar  la repugnancia de esa sensación aún bullente, de ese contacto en las plantas de los pies?
  Porque todo queda guardado, convenientemente archivado; todas las impresiones, esperando al acecho esas noches, más largas que las otras, donde no hay un alba que las reduzca, sino la propia muerte. Todo queda y, algún día, correrá la misma suerte nuestra sangre, estancada en gruesos coágulos en las venas inertes.
  Pero siempre queda, también, el consuelo de sentirse, en fugaces momentos, en alto, en actitud regidora, aunque sólo sea de un micromundo, inventado por demás, y a satisfacción de su creador, de su dueño y, por ello, más fácil de gobernar. Pero hay ese detalle que siempre se escapa; entre las torcidas líneas halla un camino de evasión y se va a vivir su propio, intricando e individual destino. La célula que, provista de flagelo, vaga por un medio virgen, aun no explorado. No podemos ya saber de ella. Los demás, en gregaria manada, siguen adelante, al compás de la batuta inquieta, presa, también, de una mano temblorosa. No podemos saber, sin embargo, hasta qué punto es nuestro nuestro mundo. Siempre hay mariposas que vuelven. Y traen consigo un equipaje de souvenirs.
  Lo más probable es que nos quedemos, también nosotros, a pesar de nuestra forzada megalomanía, en un cotidiano devenir de hechos sin importancia. Así se forjan las grandes leyendas. Pero al final son solo eso, leyendas. No nos podemos quitar de encima nuestra mediocridad. Sería interesante poder observar a los héroes en su casa, junto a la chimenea. Ellos mismos han de levantarse de vez en cuando a atizar el fuego.
 Porque la leyenda no tiene lugar en el entorno rancio y banal en el que se sucede la existencia. Es fruto de mentes fantasiosas que quisieron dar una vuelta de tuerca a la realidad que los carcomía. Y que pensaron , con acierto, que el único medio de obtener unas migajas de notoriedad estaba en la invención, en el pulido y perfeccionado de hechos burdos que no conducían a ninguna parte. Pero que convenientemente adornados y añadiéndoles algún toque sobrenatural, se convertían en historias perfectamente preparadas para rodar durante siglos por las bocas y las mentes del vulgo zafio y ávido de chismorreos.
 Y los héroes: ¿Dónde están los héroes? ¿Dónde se genera esa casta, esa estirpe dotada de valores que el común de los mortales solo conoce de oídas? No existen los héroes. Ya sucumbieron víctimas de su propia heroicidad. Se inmolaron en la denigrante lucha contra lo podrido, lo obsceno, los más profundos instintos de la corrupta naturaleza humana. Y dejaron de ser héroes. Es más cómoda la vida de un patán.
  Y entonces, ¿sólo queda la mediocridad?, ?¿lo banal, lo vulgar, lo mezquino...?
Qué suerte la de los que mueren despedazados en la batalla, desintegrados, o los que desaparecen difuminándose en el aire. No los encontrarán los ansiosos gusanos, ni podremos oír pudrirse su carne bajo nuestros pies. Alguien se ocupará de crear un mito a su medida y su imagen incorrupta poblará, indeleble, la memoria de generaciones. A ellos no les dio tiempo a cansarse de la lucha. Sus cuerpos no llegaron a desgastarse.
  Pero nosotros tendremos al menos un leve, exiguo privilegio. Podemos contemplar todo ello casi con asco, como desde fuera...Y ¿quién sabe?, quizá en algún momento, al abrigo de las sombras de la noche, podríamos arrojar de nosotros ese bagaje de recuerdos que nos lastran y sentirnos por un momento héroes. El heroismo de soportar, a diario, tanta mediocridad.

relacionados:
1. El instante dormido.
2. Alguien que hay al otro lado.



domingo, 3 de junio de 2012

Comentarios. 2001, odisea espacial. V. ¿Para qué sirve un monolito?

  El famoso monolito de la saga Odisea espacial parecía tener una finalidad muy definida en la primera parte de la película, El amanecer del hombre. Esta finalidad no era otra que enseñar a los homínidos de la Garganta de Olduvai,  a salir de la situación de penuria a la que su estulticia y falta de cualidades les había conducido, y que incluso podría haber desembocado en la extinción. En la película queda sugerido muy vagamente: los homínidos se acercan a la negra losa vertical, la palpan con cierta aprensión y se arremolinan en torno a ella profiriendo gritos de alarma o pánico. Posteriormente, se ve a Moon Watcher meditando mientras observa con interés los huesos de un esqueleto de tapir desperdigados en el suelo frente a él. Empieza a manipular uno de ellos, hasta que descubre que, empuñándolo con fuerza, puede golpear y romper, lo que da lugar al primer paso evolutivo hacia la inteligencia, englobando muchos logros: la primera herramienta, el primer arma, la primera deducción, la invención de la caza, etc. En la novela, el proceso de aprendizaje facilitado por el monolito, está explicado de forma mucho más extensa. De hecho, el capítulo correspondiente a este episodio se llama Academia y narra cómo, diariamente, durante un periodo de tiempo indeterminado, el Monolito somete a pruebas de habilidad a los homínidos y les induce, al parecer de forma telepática, a realizar acciones y desarrollar pensamientos. Por tanto, llegaríamos a la conclusión de que el monolito es un dispositivo mediante el que alguna poderosa civilización alienígena va por ahí impartiendo cursillos acelerados para formar razas inteligentes a lo largo y ancho del Universo.


  Como explicación del hecho evolutivo hacia la inteligencia en los precursores del Homo Sapiens, es  bonita y sugerente: Unos alieníginas bondadosos van sembrando desinteresadamente los beneficios de la inteligencia en los planetas en los que se encuentran especies con potencialidad para ello. Pero, ¿y si esto no se hiciera de manera altruista? ¿Y si fuera sólo un experimento científico?
  Esto explicaría el segundo monolito*: TMA-1. Los alienígenas ponen en marcha su experimento en este mundo como en tantos otros, y poco después continúan su viaje por el Universo, buscando otros mundos donde continuar sus ensayos. No se pueden sentar a esperar millones de años para ver el resultado de aquel. Por ello dejan un sistema de alarma que les avise cuando se hayan alcanzado los resultados deseados. Pero, ¿cómo funciona este sistema de alarma?
  El propio monolito, paradigma de lo multifuncional, una vez acabada su labor docente, se desplaza a la Luna y es enterrado a varios metros de profundidad, donde permanecerá oculto a la humanidad hasta que esta sea capaz de viajar por el espacio, llegar a la Luna y, disponiendo de una tecnología suficiente para ello, detectar el campo magnético generado por el propio artefacto. Una vez descubierto y expuesto a la luz del sol, por primera vez en millones de años, la alarma se dispara, enviando una señal a sus dueños notificándoles el ¿éxito? del experimento: el sujeto ha sido capaz de abandonar el planeta madre y empieza a dar sus primeros pasos por el cosmos. Los investigadores, entonces volverán a sentirse interesados  por el sujeto en cuestión.
  Pero esto de poner una alarma para cuando el durmiente se levante puede también interpretarse como una prevención contra un posible peligro. Habrán ustedes observado, queridos lectores, que hasta ahora he estado evitando hablar de la génesis de todo esto (de la bellota que dio lugar al roble**), que no es otra que el relato El centinela, en el cual está basada parcialmente 2001,...
  En El Centinela, escrito muchos años antes, Clarke exponía una idea similar a lo que luego sería el Monolito. En este caso, un objeto de forma piramidal, protegido por un campo de fuerza, vigilaría los movimientos de los  humanos para avisar a sus creadores si aquellos se ponían agresivos, como ocurre finalmente, cuando después de varios intentos consiguen quebrar la protección del centinela por medios violentos.
  Por tanto, una escuela, un sistema de evaluación de logros, una señal de peligro...Pero el monolito es mucho más. Si no, que se lo digan a Dave Bowman y a Heywood Floyd. Cuando el primero de ellos se encuentra con el Hermano Mayor de TMA-1 en las inmediaciones del sistema joviano (en Japeto, cerca de Saturno, según otras fuentes) y de buenas a primeras, aquello se abre por uno de sus extremos convirtiéndose en un tunel hacia las estrellas, como ya conté en anterior ocasión. Pero es que luego, en 2010, Odisea Dos, H. Floyd ve como, ante sus propios ojos, el monolito de Lagrange 1 empieza a autorreplicarse hasta formar una especie de mancha negra que empieza a devorar a Júpiter, en un memorable ejemplo de ingenieria estelar. Pero esto, ya es otra historia...

Notas:
* El segundo monolito, el de la Luna, según se desprende de lo dicho, es el mismo. En la película caben ambas interpretaciones. Sin embargo, en la Odisea Final (3001) cuando se habla de la destrucción de los monolitos, menciona al de la Luna y al de la Garganta de Olduvai, implicando que eran distintos. En realidad, el propio Clarke ha reconocido que entre las películas y las diversas novelas de la saga existen incoherencias necesarias para dar validez a toda la trama e ir adaptándola a los diversos cambios argumentales. Pero dichas tramas, algo diferentes, pueden coexistir, y ello da una mayor complejidad e interés a la obra (esto lo añado yo, es una opinión personal).
** "Una bellota y el roble resultante". Esta es la frase usada por A. C. Clarke para comparar el cuento El Centinela y la obra (novela y film) 2001, Odisea espacial.
El Centinela es un cuento escrito en 1948 por A. C. Clarke, que fue publicado en 1951.
Garganta de Olduvai: conocida oficiosamente como cuna de la humanidad, es uno de los más importantes yacimientos arqueológicos y paleontológicos de África. Desde los trabajos del matrimonio Leakey en los años 50 del pasado siglo, se han continuando investigado las distintas capas de terreno dejadas al descubierto en esta zona de barrancos y cañones, donde se han encontrado las evidencias más antiguas de homínidos primitivos.


  ¡Ah! Y por supuesto, el monolito también sirve para promocionar a Hijo de las Estrellas a los candidatos seleccionados para ello.

viernes, 1 de junio de 2012

De fulgurar triste la ciudad (VII parte)

  A la mañana siguiente, Jori recibió una visita. Dos hombres fornidos, de oscuros trajes, entraron abruptamente en el pabellón y se dirigieron hacia él:
  -Jorael Kasvadhiar. Debe acompañarnos.
  Jori no se extrañó demasiado. Aunque aún no había pasado la revisión médica matinal, era probable que los vigilantes del pabellón ya hubieran detectado su cambio fisiológico. Venían pues, a deportarle.
  Acompañado de los dos hombres, salió a la calle. Allí les esperaba un coche negro con brillantes perfiles cromados y cristales oscurecidos. Parecía un coche oficial. Jori se extrañó de que se tomaran tantas molestias con él. Una vez acomodados en su interior, el coche arrancó y se incorporó al escaso tráfico de la ciudad.

  La ciudad sin pasado y sin futuro se enfrentaba a la primera gran encrucijada de su existencia. Una situación insostenible, soportada a duras penas por una población sin esperanzas de progreso, a la que solo se ofrecía seguir disfrutando de la miseria y del rencor, apurando el vaso de un recuerdo corrompido por la sangre y el caos de una guerra interminable. Una guerra que sigue en curso aún mucho después de la derrota de ambos contendientes. Pues el daño que sus armas causaron sigue fustigando a todos aquellos que se arrastran por la horadada faz de esta tierra maldita y condenada.

  La Máquina y su gobierno títere buscaban el golpe de efecto que dotaría de sentido a todas las iniquidades y tropelías cometidas durante años, que llevaría un soplo de esperanza a las generaciones actuales y probablemente a las futuras: la curación definitiva del mal que les aquejaba. La victoria sobre esa enfermedad cuyo nombre nadie recuerda ya; que engloba y resume a todos los males del mundo moderno: la Enfermedad, simplemente.

  Jori era la pieza clave de este proyecto. Él aún no sabía nada. Pero cuando el  coche penetró en la  red de túneles del centro de la ciudad -desconocidos para él como para la mayoría de sus habitantes-, empezó a sospechar. No parecía que le expulsaran de la Ciudad, sino todo lo contrario.
CONTINUARÁ




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