Siendo este un blog que frecuenta
los temas de la
Ciencia Ficción, era obligado que, más tarde o más temprano,
le dedicáramos un articulito al gran Isaac. Como buen aficionado al género,
naturalmente, lo he leído con amplitud y no puedo negar que, por variadas
razones, es uno de mis autores favoritos. Lo que ocurre, sin embargo, con el
viejo maestro, es que su figura es tan enorme y abarcó tantos campos, que el de
la ciencia ficción queda convertido en tan solo una parte de su dilatada
trayectoria literaria.
Sin embargo, algunos de los más grandes logros del ideario
fantacientífico se los debemos a él: las famosas Leyes de la Robótica, las
civilizaciones galácticas, la evolución de la inteligencia artificial y otros
muchos temas menores tan bien desarrollados por el patilludo profesor.
Se da la circunstancia de que Asimov, que empezó muy joven en el oficio,
completó en sus primeros años de escritor la mayor parte de la producción de obras SF de su carrera, siendo así que entre
1958, con Los anillos de Saturno (Lucky
Starr and the Rings of Saturn, como Paul French) y hasta 1972 con Los
propios dioses (The gods themselves)-
una maravillosa novela de la que el propio autor dice que es su mejor obra, y
que, probablemente, comentaremos en un futuro artículo-, solo escribió una
novela de anticipación: la curiosa Viaje Alucinante (Fantastic Voyage, 1966) -más conocida quizá por la versión
cinematográfica en la que una arrebatadora Raquel Welch enfundada en un
ajustadísimo traje de buceo de color blanco, resulta casi más impactante que el
propio argumento de la película-.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, en el referido periodo, en el que Áizek se dedicó principalmente a la
divulgación científica y otros ensayos, dejando casi de lado la Science fiction, destaca, sin embargo, una
pequeña perla que es, para mí, una de sus obras más atractivas: La clave (The key, 1966), publicada originalmente
en el Magazine of Fantasy and Science Fiction.
Sabida es la predilección de Asimov por lo policíaco y detectivesco (El Sol
desnudo, Bóvedas de Acero). Pues bien, este
relato se plantea como una investigación policial, con tintes de implicación
política, social, histórica…
En un no muy lejano futuro, en el que la Tierra se halla
superpoblada y las potencias intentan seriamente la reducción de la población
mediante restricciones a la natalidad, hay un grupo político extremista,
llamado los “ultras”, que pretenden directamente la drástica reducción de la
población mundial por métodos de selección artificial rayanos en las doctrinas
nazis. Durante una expedición geológica –perdón,
selenológica- a la Luna,
es hallado un artefacto alienígena, que, activándose cuando la persona que lo
sostiene se encuentra bajo una gran tensión emocional, ofrece la posibilidad de
leer la mente de otras personas que se encuentren junto a ella. Durante una
fuerte discusión entre los dos miembros de la expedición, Karl Jennings, de
ideología moderada, pone en funcionamiento accidentalmente el aparato y
descubre que su compañero, Strauss, es un ultra y que podría utilizar los aún
desconocidos poderes del artefacto para los inicuos fines de su facción
política. Por ello, tras un forcejeo en que resulta fatalmente herido, Jennings
decide huir en un pequeño vehículo explorador y ocultar el codiciado aparato
enterrándolo bajo el polvoriento suelo lunar. Posteriormente, con el último
aliento, se aleja del lugar en una dirección aleatoria para no desvelar el
lugar del ocultamiento. Cuando, más tarde, los equipos de rescate encuentran el
cadáver de Jennings, este esconde, en su enguantada mano, un pequeño trozo de
papel con lo que parece un mensaje cifrado: la clave.
La segunda parte del relato
contiene la conversación entre dos investigadores del Bureau de Inteligencia, que intentan desvelar el significado del
mensaje, para poder hallar el objeto, ya que tras escuchar las conversaciones
grabadas por lo que sería el equivalente a la “caja negra” de la nave lunar,
deducen la finalidad de aquel. El mensaje es una especie de jeroglífico en el
que se comprende la intención de señalar lugares de la Luna donde podría encontrarse
el objeto. Así, el jefe Ashley, va desgranando ante su ayudante, Davenport, sus
deducciones:
X Y2 , es decir X YY, podría referirse a
Alfonso X el Sabio, ya que el nombre de la
Y griega en inglés (wye, pronúnciese /wai/), en plural, suena
igual que la palabra wise (sabio).
Por ello, “X Wise” (X el Sabio), nos
indicaría el cráter Alphonsus, nombrado en honor de dicho rey que era, a su
vez, astrónomo, entre otras muchas ocupaciones.
PC/2, podría ser algo relacionado con Ptolomeo, Copernico, o
la mitad de ambos, lo cual podría referirse al punto intermedio entre ambos
cráteres, como sugirió Davenport, o a un personaje que intentó conciliar las concepciones
astronómicas de aquellos, es decir, Tycho Brahe, que también cuenta con un
cráter en su honor. De esta manera, los agentes consiguen una lista de cráteres
y una confusión fenomenal, ya que esto no les indica una solución al acertijo.
Pero al observar la parte derecha del mensaje, Davenport tiene una revelación:
-Te diré lo que podríamos hacer –dice,
entusiasmado, a su jefe.
CONTINUARÁ
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Qué interesante, y precisamente conozco todos los títulos que citas menos este de La clave, qué casualidad.
ResponderEliminar¿Hay peli?
Este relato se publicó inicialmente en la famosa revista citada y luego ha aparecido en muchas recopilaciones de relatos del autor. Es una de las primeras cosas que leí de Asimov en los "pulps" de la época, cortesía de la Editorial Bruguera. Le tengo mucho cariño a este relato porque es uno de los que me recuerda aquella época en la que me iniciaba en las lecturas de Ciencia Ficción. Lamentablemente, no hay peli, pero me agrada que te haya parecido interesante. Gracias por comentar. Saluditos.
ResponderEliminarhola buenas, acabo de leer el cuento y me entró una duda, el relato termina con Urth diciendo: "A fin de cuentas, quizá tengan que vérselas con mi sobrina"
ResponderEliminary no comprendí a que se refería.
Urth odiaba viajar pero tenía una sobrina que estaba empeñada en llevarlo de viaje a distintas partes del mundo. Cuando los federales le piden que les ayude a resolver el caso,él pone como condición que tendrán que librarle de su sobrina. Es uno de los típicos comentarios irónicos del autor sobre las manías de los genios científicos.
EliminarPor cierto, el propio Asimov odiaba viajar y casi nunca salió del entorno de Nueva York y Boston. Quizá sea un guiño autobiográfico.
Gracias por tu comentario, Anto21. Hasta pronto
Hola yo lo leí y sin duda es uno de mis favoritos.
ResponderEliminarUn libro de este tema me hubiera encantado. Y tengo duda sobre dónde dónde fue que de escondió el dispositivo.
Y continua ?en donde ? Yo lei el cuento pero no entendi mucho.
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