viernes, 6 de abril de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus (I parte)

  I

La niebla, que había acompañado a Krause durante gran parte del viaje, comenzaba a disiparse perezosamente, permitiéndole contemplar el paisaje de bajas colinas cubiertas de arbustos verdeazulados, por entre las que discurría el tortuoso camino de tierra. Los arbustos, que crecían en apretados grupos aislados entre sí por oscuras franjas de terreno desnudo salpicado de guijarros, se extendían regularmente por toda la región. Más adelante se apreciaban unos árboles con aspecto de seta, de grueso tronco y copa redondeada y plana, poblada de diminutas hojas rojizas.
  Hacia el oeste era visible una extensa llanura reseca, cubierta de una costra blanca, de aspecto salino, que sugería la imagen de un campo nevado. La ilusión, sin embargo, se desvanecía inmediatamente al contemplar las montañas desnudas, grises, que la circundaban por la parte más alejada. La mortecina luz que filtraba el eterno techo de nubes confería al paisaje una calidad ominosa, abrumadora, que producía en el observador la sensación de hallarse completamente solo en este perdido mundo.
  El pequeño vehículo todoterreno avanzaba parsimoniosamente por el sendero dejando tras de sí una impenetrable nube de polvo. Con las ventanillas cerradas para protegerse del frío aire exterior, Krause dejaba vagar sus pensamientos eludiendo concentrarse en los tediosos pormenores del trabajo que le esperaba en la aldea.
   Las cosas no iban tan bien como al principio, al embarcarse en esta empresa, habían esperado. El planeta -o más bien la parte colonizada hasta el momento actual- no había colmado las expectativas depositadas en él. La riqueza mineral que las primeras y apresuradas prospecciones de los satélites habían anunciado, no era tal, pues a poco de comenzar la explotación, muchas vetas habían quedado agotadas. Los mineros estaban descontentos ante la perspectiva de tener que dedicarse a otras actividades no tan bien remuneradas, a no ser que, en breve, aparecieran nuevos yacimientos. Por otro lado, la producción agrícola apenas bastaba para garantizar el alimento a la población, con lo cual la colonia se encontraba en una situación de penuria que, de prolongarse, requeriría la ayuda exterior.
  Quedaba la esperanza de que las exploraciones en curso, fuera del territorio colonizado, tuvieran éxito y se pudiera, a medio plazo, disponer de nuevos enclaves más productivos. En cualquier caso no cabía vuelta atrás. Esta huida hacia delante no era sino el reflejo de la situación que vivía la humanidad entera, con su  planeta originario al borde del agotamiento de los recursos y con la necesidad imperiosa de encontrar nuevos mundos donde asentarse.
CONTINUARÁ


                            siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario