Pero yo sí tenía algunas preguntas para
Asimov, o sea Multivac; bueno, da igual...A primera hora de la tarde cogí el
tren s-sónico en la estación más cercana a mi casa, y me dirijí a Boston,
calculando que allí sería media mañana cuando llegara. Después de un buen par
de horas de viaje, llegué a la terminal de la ciudad y, sin dilación, busqué el
metro de la Universidad.
Una vez en el Campus, fue fácil orientarse, ya que había
muchos rótulos indicando la ubicación del edificio de MultiVac. Cuando llegué
ante él, unas puertas de cristal automáticas se abrieron invitándome a pasar.
Me encaminé hacia el puesto de la recepcionista, una morenaza que quitaba el
hipo. Muy formal, le dije:
-Buenos días. Quisiera hablar con el Sr.
Asi...Sorry...Morning. Would like to speak to Mr. Asimov.
-You mean "speak with Mr. Asimov..."
- Err...
- No se ofusque, viejo. Puedo entender el
castellano perfectly.
- Ah, bien. Gracias.
-Ahorita mismo todas las cabinas están
ocupadas, pero le avisaré en el momento en que alguna quede disponible. Llene
este formulario, si es tan amable, y después pase a la sala de espera.
Así lo
hice. Me senté en uno de los mullidos sillones de terciopelo rojo de la sala y
me dispuse a esperar pacientemente. Pero a los pocos minutos sonó un aviso:
"Señior Juann, booth number 3 is now available
to you."
Me
levanté de un salto y salí de la habitación. La chica ya me estaba indicando el
pasillo. Unos metros más adelante comenzaba una hilera de puertas. Cuando
llegué a la número 3, la abrí y pasé al interior. No sé que esperaba encontrar
exactamente cuando decidí visitar a Multivac. Quizá una enorme sala ultralimpia
con una gigantesca máquina que me hablara con voz tonante. Sé que es una
fantasía, pero al entrar en la cabina me sentí decepcionado: una silla, un
pequeño escritorio y, delante, incrustado en la pared, un pequeño monitor a
cuyos lados destacaban las rendijas de sendos altavoces. En la pantalla táctil
del monitor, un recuadro intermitente me exigía que eligiera idioma. Seleccioné
"Spanish" y, en seguida, una cálida voz masculina me dio la
bienvenida y empezó a desgranar unas sucintas instrucciones, que al mismo
tiempo aparecían escritas en la pantalla:
-1.Haga una breve descripción del motivo y
tema de su visita.
2.Espere a que el monitor muestre luz verde.
3.Formule una
pregunta. Si no obtiene respuesta, reformule la pregunta.
4.Tras la respuesta, espere la luz verde.
Repita los pasos 3 y 4 hasta llegar al límite
de preguntas. Hay un límite de 5 preguntas.
Al
terminar la perorata, el altavoz emitió un suave tañido musical que, supuse, me
indicaba que podía empezar a hablar.
-Sr. Asimov –comencé dubitativo-, tengo
algunas ideas sobre su relato “La
Clave”, de 1966, que, por cierto, es uno de mis favoritos.
Creo que la solución que Vd. da en el mismo, aunque muy buena, es incompleta.
Por ello, pienso que usted, intencionadamente, dejó abierta la posibilidad de
especular sobre la misma y hallar una respuesta más exacta.
El rectángulo rojo del monitor se mantuvo
inmutable durante interminables segundos. Me imaginé a la máquina intentando
digerir una idea tan absurda y empecé a arrepentirme de haber llegado hasta
allí. Cuando empecé a mirar a uno y otro lado, presa del nerviosismo, el rectangulito se tornó verde.
Pasé, pues, a formular la primera pregunta:
-Sr. Asimov: ¿dejó usted intencionadamente
pistas en el relato “La clave” para que los lectores pudieran hallar una
respuesta más completa?
Unos segundos más tarde, una aceptable
imitación de la suave y didáctica voz del maestro, hablando en español, surgió
de los altavoces:
-Vaya, por fin alguien se ha dado cuenta.
Claro que sí, muchacho. Esa es la idea. Tuve que elegir entre terminar el
cuento a tiempo para la publicación o desarrollarlo completamente para una
ocasión posterior. Después, simplemente, lo olvidé.
Se encendió la luz verde.
- Gracias, Sr. Asimov. Dando por sentado que
la solución al acertijo es la que se presenta en el cuento, el cráter Clavius,
opino que en el mismo se dan datos para especificar más la solución, ya que lo
lógico sería dirigir a una ubicación exacta y no a algo tan amplio como un
cráter de más de doscientos kilómetros.
- Correcto. Mi primera intención era dar
pistas para una ubicación exacta.
Me quedé esperando a que añadiera algo más,
pero la luz verde se encendió. Decidí seguir mi guión original. Ya iba a por la
tercera pregunta:
- Gracias. También se me ha ocurrido que el
acertijo estaba diseñado para alcanzar la respuesta por diferentes caminos: por
ejemplo, la columna de símbolos que inicialmente los personajes interpretan
como cráteres lunares, podría dar las letras para formar la palabra CLAVIUS, en
la siguiente forma: A de Alphonsus, U de Uranus, etc…
- Se equivoca en eso, muchacho. Nunca pensé
en algo así. Además no se me ocurre como pudo encontrar la V o la
L. Pero no me lo cuente. Seguramente será
algo descabellado. Disculpe la franqueza, muchacho, pero es que aquí se oye
cada cosa…
Aquello fue un mazazo para mi autoestima,
pero ya sospechaba yo que algunas de mis deducciones eran un poco forzadas. En fin, cuarta pregunta:
- ¿Quiere decir, por tanto, que los símbolos
de la parte derecha proporcionan los datos necesarios para encontrar el lugar
exacto en donde Jennings escondió el artefacto?
-Exactamente.
-¿Y bien…? La luz verde se había encendido.
Sin darme cuenta, acababa de formular mi quinta pregunta.
- No puedo contestar a esa pregunta. Carece
de contenido.
En la pantalla comenzaron a formarse unas
letras que componían el siguiente mensaje:
LA ENTREVISTA HA TERMINADO.
Me sentí como un estúpido. Doblemente. Por
mi error y por no haber conseguido la respuesta. Sin embargo, cuando ya me
levantaba para salir, se oyó de nuevo la voz del maestro:
-Bueno,
muchacho, le felicito. Al menos, ha descubierto que había otra “clave” en el
cuento. Aunque su interpretación es un poco ingenua. Por cierto ¿ha comprobado
las coordenadas de los cráteres?
continuará
Ilustración: Olafur Eliasson. Color Square Sphere. C.A.C. Málaga. (Detalle). Foto: Juann
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Uy, menos mal que al principio has aclarado que esto es ficción, porque la verdad es que al leerlo... oye, que me lo podría creer perfectamente.
ResponderEliminarEn serio, sería genial que hubiera un medio como el que te has inventado, para poder hablar con los asimovs, dickens, shakespeares... bueno, genial para nosotros, claro. Para ellos sería un tostón, seguro.
Evidentemente, se nota que todo es ficción, pero no quería dar lugar a que se pensara que existe realmente un avatar de Asimov en un ordenador de Boston, lo cual, por otra parte no es tan mala idea, como tú dices. Todo lo demás es una locura, pero te aseguro que me he divertido un montón escribiéndolo. Gracias por el com...
ResponderEliminarNota: Por cierto, ¿qué te ha parecido Intro XXIII? El compañero de X ya se está volviendo respondón...
¡Por las patillas de Asimov! Me acabo de dar cuenta de que me he saltado Intro XXIII ! Imperdoneibol!
EliminarPero pondré remedio a este desaguisado ya mismito.