-¿Cómo que falta un elemento? Parece
que estuvieras hablando de los cuatro elementos clásicos: el agua, el ai… ¡Ah!
¡Claro, eso es! Te refieres a que tenemos que reunir los cuatro ingredientes
primigenios de la
Naturaleza que describieron los antiguos griegos. Pero, ¿qué
tiene eso que ver con nosotros?
-Bueno, parece que empiezas a pensar con un
poco de sensatez, aunque tu cerebro humano sigue funcionando con extrema
ingenuidad.
La idea de los cuatro elementos o principios
clásicos no fue más que un intento de los antiguos filósofos presocráticos – y
de los de otras culturas primitivas- para describir o explicar la complejidad
de los elementos químicos de la
Naturaleza, antes de que se tuviera noción de los mismos. Pero,
además, tenía el acierto de que también hacía referencia a los cuatro estados
de la materia –gas, sólido, líquido, plasma- y a los elementos necesarios para
algunos procesos naturales. Si pudieras dejar de lado, por un momento, tu
enfermiza tendencia a pensar a base de ideas preconcebidas, te darías cuenta,
por ejemplo, de que estos elementos son los necesarios para la vida de las
plantas, que es, al fín y al cabo, el principio de la vida en general, ya que
estas son el primer eslabón de la cadena trófica.
-Sí, lo comprendo: las plantas necesitan la
tierra, de donde absorben los minerales; el agua; el aire, de donde extraen el
dióxido de carbono; y el…¿fuego? ¡Ah, sí! Los fuegos estelares, la energía
solar, sin la cual sería imposible realizar el proceso de la fotosíntesis por
el que producen moléculas orgánicas por medio de moléculas inorgánicas. Su
propio alimento. Pero sigo sin ver la relación.
- Desde que llegamos a este planeta hemos
recibido tres cosas. Ya solo falta una. Pero no se encuentra aquí. Para
conseguirla, tendremos que movernos.
Habíamos bajado la colina y nos encontrábamos
de nuevo en la vieja carretera. Estuve dándole vueltas a todo lo que habíamos
dicho y hecho en aquel planeta cuando, de pronto, recordé algo:
-¡Eh! No me has dicho como se llama este
planeta.
- Estamos en Tealma 1 –dijo X, como si
estuviera esperando la pregunta-. Es el único integrante de su sistema
planetario. Se trata de un mundo modificado que se encuentra en los límites de la Federación Galáctica.
Como ves, aún está en proceso de lo que vosotros llamáis terraformación, su
conversión en un entorno adecuado para la vida. Y representa un buen ejemplo de
ello.
- Y ahora, ¿ a dónde vamos?
- Iremos a Gaubur 17, puesto avanzado de los
slatos. No son guapos ni simpáticos, pero son buenos en física aplicada. Son
los inventores de las lucesferas, pero como mantienen el monopolio de todas sus
creaciones, hay que ir allí para obtenerlas.
- Y ahora –repuse petulante- procederás a
explicar qué demonios son las lucesferas.
- Por supuesto –dijo X, pasando por alto la
ironía-. Una lucesfera es un dispositivo, portátil y reutilizable, de
captación, almacenamiento y provisión de energía solar que posee una capacidad
equivalente a la de un panel fotovoltaico convencional de cuatro metros
cuadrados. Pero la lucesfera es una bolita de aspecto metálico de apenas un
centímetro de diámetro, que se puede llevar en el bolsillo…
Al oír esto recordé los objetos que portaba
en mis bolsillos. Una luz se hizo en mi cabeza.
- Entonces…¿el diamante y la moneda son también…?
- ¡Premio para el caballero! De verdad que es
sorprendente la lentitud con que funciona tu cerebro…
- Pero entonces, ¿ qué son realmente los objetos
que llevo en los bolsillos?
- Espera, vayamos por partes. Estábamos hablando de
la energía solar y las lucesferas y no me has preguntado con tu habitual deje
de arrogante ignorancia que para qué queremos un acumulador de energía solar…
- ¡Ah, pero eso lo sé! En algunos planetas, la
atmósfera está tan llena de polvo y partículas en suspensión, que no deja pasar
sino una pequeña parte de la radiación solar. Por ello, un organismo que
dependiera exclusivamente de la luz que
llegara hasta la superficie planetaria estaría condenado al fracaso, pues
aquella es solo una fracción de la que llegaría en las condiciones de una atmósfera
diáfana. Por eso, son necesarias esas bolitas que vamos a buscar.
Por primera
vez vi en la cara de X la expresión de pasmo que probablemente se había
dibujado en la mía en multitud de ocasiones anteriores. Aprovechando mi momento
de triunfo, chasqueé los dedos ante su cara y le espeté:
-Vamos,
despierta, que me tienes que contar lo de la moneda y la piedrecita brillante.
Al marcianito en esta ocasión le han dado un poco de su propia medicina, eh? Eso está bien, que se le bajen los humos un poquito, hombre.
ResponderEliminarPero la que se queda más pasmada soy yo, ante el despliegue de conocimientos e imaginación de que haces gala en cada entrega :-0
Bueno, lo de los conocimientos no tiene mucho mérito, ya que lo que uno recuerda son retazos más o menos inconexos de conocimiento que, luego, puedes consultar en el internet ese y completar hasta dar una apariencia más o menos digna. En cuanto a lo otro, ya sabes que, a lo largo y ancho de la literatura, cuando dos personajes conviven y comparten experiencias, cada uno va siendo influido por el otro, así que...
EliminarGracias...saluditos