miércoles, 25 de diciembre de 2013

Comentarios. 2010, Odisea dos (III)

  La nave fantasma, la resurrección de HAL y la amenaza de la III Guerra Mundial

  Mucho se ha especulado sobre la posibilidad de existencia de vida en el segundo satélite de Júpiter, conocido modernamente como Europa, recuperando la antigua propuesta de Simon Marius, coetáneo de Galileo y codescubridor, junto a este, del mencionado astro. Desde 1610 y hasta la década de los setenta, gracias a  las míticas Voyager, Europa y sus tres compañeros (los mundos galileanos o Lunas de los Médicis) no fueron sino unos pequeños puntos luminosos que juguetonamente se movían en torno al dios de dioses trazando una danza de las esferas digna del más gentil de los valses. Pero con los flyby de estos modestos pero laboriosos veleros transolares, las cuatro lunas se convirtieron en mundos. Y más aún que el gran padre Júpiter, que hasta ahora solo nos ha mostrado su externa máscara de coloridas y turbulentas tempestades.
  Europa captó en seguida la atención de los científicos en general y de los exobiológos en particular ya que su aparente morfología daba pie a albergar esperanzas sobre la existencia de condiciones propicias para la vida. Una quebradiza capa de hielo que dejaba entrever a través de sus grietas un océano de agua líquida, unido a unas fuerzas de marea que podían generar suficiente energía para contrarrestar los rigores del frío de aquellas regiones alejadas del sol; la sospecha de la existencia de cráteres volcánicos submarinos que proveerían de un apreciado ajuste térmico a sus zonas circundantes -oasis de calor, como los define Clarke en su especulación-..., todo ello invitaba a fantasear sobre la posibilidad de vida en aquella pequeña luna joviana. Como quedó dicho en la entrega anterior, los osados taikonautas de la Tsien tuvieron la suerte y al mismo tiempo la desgracia de descubrir a una de las criaturas de la extraña fauna europana: una especie de enorme cuerpo moviente, de apariencia vegetal y con inclinaciones fotótropas que, atraído por las brillantes luces de la nave, provocó involuntariamente el colapso de esta condenando a la muerte a los primeros hombres en Europa. Antes de agotar el soporte vital de su traje, uno de los  naúfragos espaciales, el Dr. Chang,  pudo enviar un último mensaje, captado por la Leonov, en el que daba cuenta del suceso y solicitaba que, si algún día otra nave arribaba a Europa, recogiera los restos mortales de los tripulantes para devolverlos a China.
  Tras el dramático suceso, la Leonov continúa su singladura. Imita, también con éxito, la maniobra de frenado atmosférico realizada anteriormente por los chinos y se dirige, saliendo del pozo gravitatorio joviano, a las proximidades de Io, donde una "sulfurada" Discovery One espera pacientemente el abordaje que la devolverá a la vida.


  Así, tras acercarse la Leonov al giratorio pecio, el grupo de abordaje compuesto por el especialista ruso en paseos espaciales Max Brailovski y por el ingeniero diseñador de la Discovery Walter Curnow se dirige, no sin extremar precauciones, a la expectante nave, con ánimo de ponerse manos a la obra. 
  El movimiento giratorio del abandonado navío interplanetario se debía a que, al detenerse los motores del carrusel -esa rodaja interna que proveía de gravedad artificial a la cubierta principal de la nave-, el impulso angular se trasladó a lo largo de la estructura de aquel, semejando , con su movimiento, las aspas de un molino. Los spacewalkers encuentran un desolado y oscuro escenario en el que pervive la reminiscencia de una tragedia, la pérdida de cinco hombres tragados por el espacio. Ninguno de los cadáveres estaba allí sin embargo, a pesar del episodio de repugnancia sufrido por el ingeniero de vuelo cuando, para probar la calidad del aire de la nave, abrió la visera de su casco percibiendo un hiriente olor a podrido que en realidad provenía, como se supo más tarde, de la abandonada cocina del navío.


  Tras varios días trabajando en los sistemas de la nave, los dos ingenieros consiguen volverla operativa, al menos en lo que a soporte vital y suministro de energía  respecta, dejando el camino libre a Chandra, el informático, para que procediera, cual avezado neurocirujano cibernético, a reactivar el dormido cerebro de la nave: el supercomputador HAL 9000.

  -"Buenos Días, Doctor Chandra. Estoy preparado para mi primera lección..."

  Nunca tan inocentes palabras, pronunciadas con esa mezcla de inocencia, cortesía y arrogancia, habían sonado tan inquietantes. Unos pocos hombres y mujeres, en la soledad del espacio, a una insalvable distancia de su hogar, estaban a punto de tentar a la suerte, de revivir los trágicos momentos que precedieron al descubrimiento del mayor enigma a que jamás se hubiera enfrentado la humanidad. Pero Floyd había tomado sus precauciones. Si el paranoico comportamiento de la máquina volvía a aparecer, tendría un as en la manga para desconectarla de manera inmediata e "indolora". Un pequeño dispositivo, estratégicamente colocado en los circuitos eléctricos, dejaría sin suministro energético a la máquina en caso necesario.

  Ahondando en los encriptados recuerdos de HAL, Chandra descubre que la política de ocultación y secreto que precedió al lanzamiento de la misión Discovery provocó un irresoluble dilema en el complejo hardware de la máquina. Por miedo a filtraciones que provocaran pánico o desestabilización, el verdadero objetivo de la misión Júpiter I, fue mantenido en secreto. Ni Bowman ni Poole sabían nada del futuro encuentro con el monolito, supuesta avanzadilla de una supercivilización extraterrestre. Los dos comandantes serían la cara visible de la misión, los relaciones públicas que concederían entrevistas a la prensa. El verdadero equipo de investigación -Whitehead (o Kimball), Kaminski y Hunter- conocedor de la naturaleza real de la misión, yacía hibernado desde antes del despegue, de manera que no pudieran revelar el secreto. Pero HAL tenía todos los datos, pues, en caso de fracaso o pérdidas humanas, él podría continuar por sí solo la misión. Tenía unas instrucciones contradictorias, pues se le exigió la ocultación de la verdad,  al  tiempo que se le preparaba  para la investigación y el conocimiento. Nadie pensó que esta contradicción podría generar en él un conflicto que le llevaría al comportamiento esquizoide que finalmente desencadenó la tragedia.

  Así pues, Chandra borró todos los datos que tuvieran relación con aquellas penosas circunstancias y, haciendo tábula rasa, comenzó a reactivar las funciones superiores del 9000, para que pudiera, de nuevo, hacerse cargo del control de la Discovery.
  Ahora, el conjunto formado por ambas naves acopladas se dirigiría al encuento del Gran Hermano, con la esperanza de desentrañar su secreto, pero no sería fácil. El gigantesco monolito se mostraría impenetrable. Dormido, o indiferente, parecía esperar el momento de activarse. Pero ¿cuándo llegaría ese momento? ¿Y cuál era su finalidad?
  En la tensa espera, desprovista de acción y de hechos reseñables, los acontecimientos en la Tierra se precipitarán hacia un temible desenlace. Una crisis política y militar entre los dos bloques antagónicos -recordemos que en la obra se especula con la continuidad del statu quo de la guerra fría (¿fallo de predicción o licencia literaria?)- que recuerda a aquella vieja crisis de los misiles de Cuba y situada esta vez en la Centroamérica continental, amenaza con convertirse en el preludio de una impensable tercera guerra mundial.

Un guiño de la película: los titulares de la revista Time se preguntan si habrá guerra. Debajo, los rostros de unos malencarados líderes antagónicos que son representados por los retratos de Clarke y Kubrick
  La consecuente ruptura de relaciones entre ambas potencias obliga a los viajeros especiales, por orden de sus respectivos gobiernos, a escenificar un esperpento en el que cada tripulación debe recluirse en su correspondiente nave -Leonov, territorio soviético; Discovery, territorio USA- quedando aislados unos de otros hasta nueva orden.
  Pero un hecho sorprendente dará un giro inesperado a los acontecimientos, como no podía ser de otro modo. Floyd, pensativo y triste en el puente de mando, durante una tediosa guardia, recibirá una extraña visita que le anuncia que va a suceder "algo maravilloso"...

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