viernes, 27 de septiembre de 2024

Comentario de " La clave", de Isaac Asimov (parte VI)

 

     


  -Sr. Asimov –comencé dubitativo-, tengo algunas ideas sobre su relato “La Clave”, de 1966, que, por cierto, es uno de mis favoritos. Creo que la solución que Vd. da en el mismo, aunque muy buena, es incompleta. Por ello, pienso que usted, intencionadamente, dejó abierta la posibilidad de especular sobre la misma y hallar una respuesta más exacta.

  El rectángulo rojo del monitor se mantuvo inmutable durante interminables segundos. Me imaginé a la máquina intentando digerir una idea tan absurda y empecé a arrepentirme de haber llegado hasta allí. Cuando empecé a mirar a uno y otro lado, presa del  nerviosismo, el rectangulito se tornó verde. Pasé, pues, a formular la primera pregunta:

  -Sr. Asimov: ¿dejó usted intencionadamente pistas en el relato “La clave” para que los lectores pudieran hallar una respuesta más completa?

  Unos segundos más tarde, una aceptable imitación de la suave y didáctica voz del maestro, hablando en español, surgió de los altavoces:

  -Vaya, por fin alguien se ha dado cuenta. Claro que sí, muchacho. Esa es la idea. Tuve que elegir entre terminar el cuento a tiempo para la publicación o desarrollarlo completamente para una ocasión posterior. Después, simplemente, lo olvidé.

  Se encendió la luz verde.

  - Gracias, Sr. Asimov. Dando por sentado que la solución al acertijo es la que se presenta en el cuento, el cráter Clavius, opino que en el mismo se dan datos para especificar más la solución, ya que lo lógico sería dirigir a una ubicación exacta y no a algo tan amplio como un cráter de más de doscientos kilómetros.

  - Correcto. Mi primera intención era dar pistas para una ubicación exacta.

  Me quedé esperando a que añadiera algo más, pero la luz verde se encendió. Decidí seguir mi guión original. Ya iba a por la tercera pregunta:

  - Gracias. También se me ha ocurrido que el acertijo estaba diseñado para alcanzar la respuesta por diferentes caminos: por ejemplo, la columna de símbolos que inicialmente los personajes interpretan como cráteres lunares, podría dar las letras para formar la palabra CLAVIUS, en la siguiente forma: A de Alphonsus, U de Uranus, etc…

  - Se equivoca en eso, muchacho. Nunca pensé en algo así. Además no se me ocurre como pudo encontrar la V o la L. Pero no me lo cuente. Seguramente será algo descabellado. Disculpe la franqueza, muchacho, pero es que aquí se oye cada cosa…

  Aquello fue un mazazo para mi autoestima, pero ya sospechaba yo que algunas de mis deducciones eran un poco forzadas.  En fin, cuarta pregunta:

  - ¿Quiere decir, por tanto, que los símbolos de la parte derecha proporcionan los datos necesarios para encontrar el lugar exacto en donde Jennings escondió el artefacto?

  -Exactamente.

  -¿Y bien…? La luz verde se había encendido. Sin darme cuenta, acababa de formular mi quinta pregunta.

  - No puedo contestar a esa pregunta. Carece de contenido.

  En la pantalla comenzaron a formarse unas letras que componían el siguiente mensaje:

LA ENTREVISTA HA TERMINADO.

   Me sentí como un estúpido. Doblemente. Por mi error y por no haber conseguido la respuesta. Sin embargo, cuando ya me levantaba para salir, se oyó de nuevo la voz del maestro:

-Bueno, muchacho, le felicito. Al menos, ha descubierto que había otra “clave” en el cuento. Aunque su interpretación es un poco ingenua. Por cierto ¿ha comprobado las coordenadas de los cráteres?

Salí atropelladamente de la cabina y casi choqué con la recepcionista que, seguramente, venía a avisarme de que la entrevista había terminado.

  Mascullé un apresurado "Good bye" y salí a la calle. Estaba deseoso de llegar a casa y empezar a realizar los cálculos que, tras la sugerencia de MultiVac-Asimov, se me estaban ocurriendo.

  Una vez en el tren, encendí el ordenador de bolsillo -mucha gente seguía llamándolos móviles, por aquello de los teléfonos móviles, pero ya no tenía sentido usar este nombre ya que para lo que menos se utilizaban actualmente era para hablar por teléfono-.

  Me conecté a la enciclopedia astronómica on line y empecé a descargar las ubicaciones de los dichosos cráteres del acertijo. Después de una hora de cálculos y operaciones con las coordenadas, estaba igual que al principio. Los resultados eran dispares e indicaban multitud de localizaciones que nada tenían que ver con la que sabemos que era la respuesta correcta. Me sentí como los protagonistas de la segunda parte del relato, dando palos de ciego por los desolados páramos lunares, intentando encontrar una solución.

  “Esto no tiene sentido –pensé-, debe haber algo que se me escapa.”

  Repasé mentalmente la famosa nota de Jennings. No tenía que mirarla, ya que a estas alturas la había memorizado, y entonces caí en la cuenta de la estructura de la misma:

  Al final, el signo igual no era más que eso, un signo igual, después de todo. Y apuntaba al círculo con los cuadrantes, que se daba por sentado era el símbolo de la Tierra.



  Recordé algo que había leído hace tiempo sobre el ecuador y el meridiano central de la Luna que, a efectos topográficos, realizaban la misma función que sus equivalentes de la Tierra.

  “¡Claro! –pensé-, el símbolo tiene, pues, tres significados. La Tierra, el viejo Urth y la localización sobre la Luna. Por tanto, deduje, al tiempo que casi literalmente veía encenderse una lucecita en mi cabeza: las coordenadas de Alphonsus y Tycho, sumadas, dan la localización del lugar; y el resto...¿qué hacemos con el resto?

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