El 4 de octubre 1957 se produce el primer hito de la
exploración espacial. Por primera vez, un objeto creado por el hombre
alcanza el espacio y se sitúa en órbita
alrededor de la Tierra. El
objeto fue llamado Sputnik I y su electrónico "beep, beep" martilleó
la cabeza de los responsables del programa espacial americano durante tres
semanas recordándoles una y otra vez que los soviéticos les habían vencido en
el primer envite de lo que se dio en llamar la carrera espacial.
Durante doce años, desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial y el reclutamiento forzoso de los ingenieros de Peenemünde por las
potencias vencedoras, estas habían estado trabajando en el desarrollo de lo que
los nazis habían iniciado: las bombas volantes propulsadas por cohetes. Con la
doble intención de, por un lado, hallar la fórmula para construir un misil
viable de alcance planetario, o al menos intercontinental, y, por otro, seguir
los consejos del sabio Tsiolkovski, que ya predijo en los albores del siglo XX
que la única forma de alcanzar el espacio sería mediante el uso de cohetes, los
equipos de ambos lados del hemisferio norte, se aplicaron a la tarea de crear
un cohete con la potencia suficiente para escapar del influjo gravitatorio
terrestre sin explotar por el camino y llevando en su morro una carga útil que
lo mismo podía ser un racimo de cabezas nucleares que una sofisticada cápsula
con un pionero espacial a bordo, ya fuera este perruno, simiesco o humano.
La primera ventaja, como hemos dicho, fue para los
soviéticos, que con sus sobredimensionados cohetes dispusieron de una enorme
potencia lanzadora en contraposición a los norteamericanos, que con sus
escuálidos pirulís no conseguían levantar el vuelo. Sobre la diferencia de
capacidad lanzadora de ambas potencias ya hablamos en un artículo anterior:
Historias de cohetes.
Al final, los americanos también lograron su primer
satélite artificial, el Explorer I, y así, durante casi cuatro años, los dos
adversarios de la guerra fría situaron multitud de aparatejos en órbita. Pero
el segundo gran objetivo de la carrera espacial estaba servido: enviar un
hombre al espacio (y si era posible, devolverlo a la Tierra sano y salvo). Y ese
honor fue para el simpático coronel de la fuerza aérea Yuri Gagarin.
Vostok
Cabalgando sobre su supremacía en el ámbito de los
cohetes, los soviéticos consiguieron vencer también en este reto. Usando
prácticamente el mismo tipo de lanzador que en la serie Sputnik, consiguieron
colocar en órbita una curiosa cápsula de forma esférica (habitáculo), con un
cono invertido -festoneado de depósitos esféricos- adosado a su parte posterior
(módulo de servicio) y todo ello erizado de múltiples antenas: la cápsula
Vostok, un estrambótico producto del más refinado diseño de la ingeniería
soviética. La verdad es que, comparadas con las estilizadas cápsulas
americanas, los diseños rusos resultan un poco desconcertantes, aunque no
exentos de cierta extraña belleza.
Así, el cosmonauta y posteriormente Héroe de la Unión Soviética
Yuri Gagarin realizó una órbita alrededor de la Tierra en un raudo vuelo de
108 minutos el 12 de abril de 1961. Pero hay dos cuestiones muy importantes de
este vuelo que durante años se silenciaron y que hasta mucho después, en
tiempos de la "transparencia", no se desvelaron. La primera es que la
nave espacial no pudo desprenderse de la última etapa del cohete lanzador,
quedando el gran cilindro adosado a la cápsula durante todo el vuelo. Esto
dificultó las maniobras orbitales ya que el motor del módulo de servicio quedó
encerrado en aquel. Más tarde, durante la reentrada atmosférica, aquel
voluminoso trozo de chatarra pudo poner en peligro la integridad de la nave,
aunque, finalmente pudo ser desprendido junto con el desechable módulo de
servicio.
Por otra parte, y dado que se temía el efecto del
impacto en el momento del aterrizaje
-recordemos que, a diferencia de las cápsulas americanas, que caían al mar, las
soviéticas lo hacían sobre el duro suelo de la estepa rusa- los cosmonautas de
la serie Vostok iban recostados en un asiento eyectable que los catapultaba al
exterior a una altura de unos 7000 metros, para luego realizar un cómodo,
aunque largo, descenso en paracaídas. Esto no se hizo público en su momento,
bien por temor a las críticas de las potencias enemigas, que podían argumentar
que el cosmonauta no realizaba el viaje completo, o bien porque evidenciaba la
propia desconfianza en el sistema de regreso de la nave.
Cuentan los cronistas de la época que Gagarin, tras
descender con su paracaídas en un sembrado y, enfundado en su traje espacial
anaranjado, fue observado por una anciana campesina que le preguntó si venía
del espacio, a lo que el cosmonauta respondió: "Ciertamente, sí. Pero no
debes preocuparte. Soy soviético".
El segundo vuelo de la serie de seis que formaron el
programa Vostok, fue realizado por el coronel German Titov, el 7 de Agosto de
1961 y le mantuvo durante algo más de 24 horas en órbita.
Entretanto, los norteamericanos habían conseguido lanzar
dos misiones Mercury, pero que, a efectos de la "competición", no se
homologaron como viajes espaciales, ya que solo se trató de vuelos
suborbitales. Así, tras el vuelo de Titov, el score se situó en un humillante
2-0 a
favor de los soviéticos.
Con la hazaña de John Glenn, el proyecto Mercury, por fin,
consiguió su objetivo: poner a un astronauta americano en órbita. Era el 20 de
Febrero de 1962. Casi un año después de Gagarin, los Estados Unidos
conquistaron también la órbita terrestre. El de Glenn, al igual que el de
Gagarin, fue un vuelo marcado por problemas que pusieron en grave peligro a su
tripulante, pero ya analizaremos pormenorizadamente esta y las demás misiones
Mercury en el siguiente capítulo.
Una vez probada la fiabilidad de las naves Vostok, los
encargados del programa espacial ruso diseñaron nuevos retos para las
siguientes misiones: las Vostok 3 y 4, realizaron un vuelo conjunto entre el 11
y el 15 de agosto de 1962, llegando a aproximarse a menos de 5 kilómetros en lo que
fue el primer paso para una cita espacial, maniobra que con el tiempo se
convertiría en algo imprescindible y rutinario. Adrián Nikolayev y Pavel
Popovich fueron los pilotos de esta misión conjunta. Entre el 14 y el 19 de
Junio de 1963, las dos siguientes naves de la serie también coincidieron
durante algunas horas en el espacio,
haciendo que Valery Bikovsky (Vostok 5), que consiguió el primer gran record de
permanencia en el espacio con cinco días, se aproximara a la primera mujer
cosmonauta (Valentina Tereskhova), a bordo de la Vostok 6.
Con esto se dio por terminado el programa Vostok. Durante un lapso de casi año y medio, los cosmonautas soviéticos no volvieron a volar. Lo
harían en las dos únicas misiones Vosjod, cada una de las cuales tenía unos
objetivos muy concretos. Pero veamos qué hicieron los norteamericanos entretanto.
El Proyecto Mercury
continuará
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