La biblioteca oculta de Zöor (XI): Un mundo por descubrir (III)
¡Sin duda el mejor regalo que podríais haberme hecho! Aún no salgo de mi asombro con este fabuloso ingenio. Debo reconocer que en un primer momento fui presa del miedo, pues me pareció una maquinación diabólica. Pero en seguida comprendí que un objeto tan magnífico y bello no podía sino ser obra de la más benigna inspiración. No comprendo realmente su funcionamiento ni la fuerza que lo mantiene, pero he podido llegar a manejarlo con bastante precisión gracias a los consejos adjuntados en vuestra amabilísima y cumplida carta.
Cuando una vez desembalado el objeto, se mostró ante mí esa especie de pequeña rueda maciza de aspecto metálico, no comprendí en absoluto su finalidad ni propósito, así que presté toda mi atención a la carta que lo acompañaba. En ella entendí, no sin incredulidad, que aquello era una especie de mapa, y, por ello, ávidamente, comencé a manipularlo en busca de inscripciones o imágenes que tuvieran en ese sentido alguna significación. No es necesario añadir que mi decepción fue tan grande como inmediata, ya que aquel liso cilindro o disco carecía de marcas en su ininterrumpida y pulcra lisura. Así pues, volví a la lectura de la carta en la confianza de que viniendo de vos, no podía tratarse de una burla o un sinsentido que pretendiese jugar con mi credulidad.
Entendí, pues, prosiguiendo la lectura, que aquel prodigioso objeto no pertenecía a la tecnología de este mundo, o al menos de lo generalmente conocido; y supe, por tanto, en una especie de relámpago de comprensión, que hay otras fuerzas, otros conocimientos y, quizá, otras sociedades, más avanzadas que la nuestra, conviviendo y laborando en este nuestro mundo y guiándonos por el camino de la investigación y los descubrimientos. Vos mismo, entendí, sabio de otra época, como otros muchos que trabajando en secreto portáis la perdida antorcha de arcanos y secretos saberes ocultos en la noche de los tiempos, y que una desgraciada era de oscurantismo sepultó por siglos, perteneceríais a ese linaje. Comprendí los trabajos de Eratóstenes, la magia de los elementos estudiada por los filósofos presocráticos, la herencia recibida por los alquimistas, el don de predicción atesorado por los profetas. Muchas habilidades que a la luz de la razón de nuestra época no parecían más que engaños y leyendas, cobraban ahora un sentido...
Mi espíritu religioso, sin embargo, se resistía a la aceptación de saberes mágicos, quizá diabólicos; se rebelaba contra la existencia de sociedades secretas que gobernaran este mundo desde las sombras...¿sería yo un mero instrumento en sus manos? ¿con la misión de llevar a cabo una gesta necesaria para la transformación del mundo tal como lo conocemos...?
El marino y aventurero que llevo dentro salió al paso de todas estas dudas y aprensiones. Sea como fuere la vida y la historia me ponían en bandeja una oportunidad única. Olvidando lo trascendente de la empresa, que probablemente superaría el plazo de una pobre vida como la mía, decidí hacer mi parte, iniciar la chispa de lo que probablemente llegaría a ser una de las más grandes epopeyas protagonizadas por la humanidad.