El viaje en el
ascensor duró poco más de cinco minutos. Debimos bajar a una velocidad
vertiginosa. Calculé que la estación espacial, aun encontrándose, como es
habitual, en una órbita baja, debía distar al menos doscientos cincuenta o
trescientos kilómetros de la superficie del planeta. Me mareé un poco al pensar
que nuestra velocidad podía ser de más de tres mil km/h; pero claro, con la
tecnología de esta gente, repleta de trucos para engañar a la física
convencional, no se experimentaba ninguna sensación extraordinaria. Lo que eché
de menos fue poder contemplar la panorámica durante nuestro acercamiento al
planeta, ya que a nuestro alrededor solo era visible una especie de arcoiris
que pulsaba con una frenética intermitencia.
De pronto pensé que a esa endiablada
velocidad no podríamos acercarnos a la superficie, pues moriríamos estampados
contra el duro suelo, o aplastados por la fuerza de la eventual frenada. O sea,
que, o bien aquello empezaba ya a perder velocidad poco a poco para
depositarnos suavemente en el planeta, o habría que empezar a preocuparse.
Un desagradable escalofrío me recorrió la
espalda. Intenté poner a X al corriente de mis preocupaciones pero me fue
imposible hablar coherentemente. De mi garganta solo emergieron unos patéticos
gañidos inarticulados. X se percató de mis esfuerzos y con un gesto, me indicó
que no me esforzara pues tampoco podría oirme. Claro, de hecho, nos
desplazábamos mucho más rápido que las ondas sonoras y estas quedaban atrás
antes de poder propagarse en aquel espacio. Aunque ello indicaba que, de alguna
manera, nos encontrábamos al aire libre, pues en una atmósfera hermética -que
viajara con nosotros- no se hubiera producido ese fenómeno.
Todos mis miedos se disiparon al llegar
abajo, pues, cuando aterrizamos, no se notó nada extraordinario, solo
una leve sacudida del aparato. Entonces, más tranquilo, le pregunte a X como
era posible esa llegada tan suave después de caer a tanta velocidad...
-Ah,
bueno, hemos colaborado en aportar un poquito de energía a este mundo.La
energía potencial, tanto nuestra como del aparato ha pasado a convertirse en
energía cinética cuando bajábamos, y esta, a su vez, en calor, cuando hemos
frenado. Una especie de conversor, cuyo funcionamiento seguramente no
comprenderías, pues pertenece a la avanzada tecnología de esta gente, absorbe
el calor generado por la fricción de la frenada y lo vuelve a transformar en
energía que se acumula para utilizarla cuando el ascensor vuelva a subir. No es
el movimiento continuo, desde luego, pero solo con aportar pequeñas cantidades
de energía adicionales, el sistema se mantiene en movimiento a un coste
bastante económico en términos energéticos.
Una vez en la seguridad del suelo, aunque un
poco tambaleante, recuperé mi aplomo. Miré hacia arriba y pude ver como las
vigas o columnas que rodeaban el espacio del supuesto habitáculo del ascensor,
se elevaban hacia las alturas curvándose airosamente a una altura
indeterminada, hasta formar una especie de cúpula en cuyo centro la luz del día
delataba la abertura por donde ingresaba el fenomenal cacharro que nos
había traído hasta aquí.
Comenzamos a caminar por aquel enorme espacio
de pulidos suelos por el que transitaban multitud de personas y variopintas
máquinas. Pequeños vehículos de ruedas, voladores y reptantes se movían por
entre la multitud que se desplazaba a pie, sin que en ningún momento se temiera
por atropellos o colisiones, como si cada paso, cada movimiento, estuviera
programado de antemano para optimizar los desplazamientos. Algunas personas
iban dotadas de aparatos individuales que les permitían volar a cierta altura y
otros se desplazaban con grandes brincos a imitación de los saltamontes. Pensé
que nos encontrábamos en la calle y miré arriba buscando el cielo, pero, por lo
visto aún nos encontrábamos en un espacio cubierto, especie de estación central
de los ascensores que realizaban el servicio a la órbita del planeta. Supuse
que, además de la estación aduanera que nos había recibido, habría otros muchos
tipos de plataformas espaciales, probablemente tanto lugares de trabajo como de
ocio. Dejé vagar mi mente y me imaginé la publicidad: "Hoteles en órbita.
Tómese una vacaciones de la gravedad".
Como siempre, X parecía estar al tanto de mis
pensamientos y me dirigió la palabra por primera vez desde que arribamos a la
superficie del planeta.
-Como puedes ver, esta es una de los cientos
de estaciones de ascensores orbitales que jalonan el planeta. Habrás observado
que la "cabina" que hemos utilizado no es más que una de las muchas
que se encuentran en este lugar.
Imaginé cada ascensor como un tirante cable
que unía a la estación con la superficie. Pero este hilo no estaba
aislado, era uno más de entre todos los que formaban un verdadero haz o
manojo de cables. Estos manojos partían de multitud de lugares a lo largo del
ecuador (y algunas otras localizaciones) del planeta creando una verdadera red
de transporte entre este mundo y su órbita. X continuó su explicación:
- Para completar la cobertura de este sistema
de transporte, hay una serie de puentes entre las diversas estaciones orbitales
que rodean este mundo, de manera que, subiendo desde cualquier ascensor puedes
luego alcanzar la estación elegida.¿Te recuerda algo todo esto?
- Por supuesto, parece el embrión de un
veradero ringworld, el legendario mundo anillo.
- Efectivamente. Como ya te dije, hay míticas
civilizaciones antiguas -probablemente extintas- que, abocadas a permanecer en
su mundo pues no alcanzaron la posibilidad de viajar más allá de cierto punto y
conocer otras civilizaciones, centraron sus esfuerzos en la ingenieria
transformativa aplicada a su propio planeta. Aunque todavía no han sido
descubiertas, ni en esta ni en otras galaxias cercanas, supongo que es
una cuestión de tiempo el hacerlo, puesto que los matemáticos de la
sociohistoria han determinado de forma teórica que estas creaciones deben
existir.
Pero este caso es distinto -prosiguió X-.
Aquí se está creando un anillo como consecuencia lógica del desarrollo de la
tecnología. De todas formas, como ya sabes, nunca llegará a terminarse.
Pensé por un momento en el trágico final que
esperaba a este mundo y que había vislumbrado en mi anterior visita al planeta.
Esto hizo que acudieran a mi cabeza varios interrogantes, como por ejemplo, si
la gente con la que nos cruzábamos en aquel momento era consciente de dicha
hecatombe, que se encontraba agazapada en algún punto del futuro. Iba a
preguntarle a X sobre el particular, pero otras cosas llamaban más mi atención
en aquel instante: quería salir a la calle y comtemplar aquella prodigiosa
ciudad de aquel portentoso mundo con sus para mí inimaginables logros...
-Lo
siento, pero no tenemos tiempo para hacer turismo. Ya vendrás tú en otra
ocasión, por tu cuenta y riesgo. Ahora vamos a por el dispositivo que necesitas.
X, con
estas palabras, cortó en seco mis recién adquiridas pretensiones de turista
espacial. Resignado, observé como se dirigía hacia uno de los pasillos que
radialmente arrancaban de aquel gran espacio en el que nos encontrábamos.
Eché a
andar tras él y de pronto, con un extraordinario fogonazo que me cegó
momentáneamente, todo lo que nos rodeaba desapareció y nos encontramos de
nuevo en el páramo en el que aparecimos la primera vez que visitamos Daroon.
Niebla, rocas, pequeños guijarros, un extensa llanura jalonada de desniveles y
grietas. Silencio. Soledad.
-¡Eh!,
¿qué broma es esta? -proferí sin dirigirme a nadie en particular.
Me acerqué a X, que, ensimismado, intentaba
hallar una explicación:
-No se
exactamente qué ha ocurrido, pero debe ser algo relacionado con nuestra
inserción en el continuo espacio temporal. Creí que dispondríamos de algo más
de tiempo. He debido cometer algún error de cálculo o quizá hayamos sufrido
alguna interferencia...
Una
fuerte sensación de deja vu me asaltó. La impresión de que algo se
estropea o bloquea en el momento más interesante, como el ataque de...Eso es:
el ataque de un virus que bloquea el ordenador en un momento crucial del
trabajo o programa que se está ejecutando.
¿Habría virus o sus equivalentes en el continuo
espacio temporal, interferencias gravitatorias de agujeros negros que plegaran
el espacio en forma no deseada? Pensé que incluso esta avanzadísima tecnología
que estaba comenzando a vislumbrar también estaba sujeta a fallos o debilidades
de seguridad.
Lo que me temía: este pobre no gana para sustos, y ahora, encima, resulta que en esos mundos estratosféricos y megadesarrollados también hay viruses y cosas malas... Si es que no hay escapatoria...
ResponderEliminarBueno, es por darle un poco de acción e intriga a la cosa. Lo que empezó como un relatillo de poca monta medio en serio medio en broma está dando de sí más de lo que yo mismo esperaba, pero como me está gustando la historia, pues sigo y sigo...Graaaacias por tu amabilidad "comentativa".
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