Observé como el animalillo iba
trepando por mi antebrazo con ritmo dubitativo. A veces se paraba y comenzaba a
dar media vuelta, para después reanudar el ascenso. En esta situación estuvimos
durante varios minutos. Yo ya no sabía si estaba superando una fobia o a punto
de caer en estado de shock. Por detrás de mí, X susurraba:
- Muy bien.
Aguanta. Recuerda que solo es una prueba.
De manera confusa, unas ideas comenzaron a formarse en mi mente: algo me
decía que debía comprender que la araña no era mi enemiga, ni tampoco yo era
una posible presa para ella. Si me atacara sería por el miedo que yo le
provocara. Me vi de pronto transformado en el papel de animal dominador al cual
el resto de seres de mi mundo temían. Era verdad, el hombre había resultado ser
el peor depredador, la peor plaga y el más dañino de los habitantes de la Tierra. Comprendí,
como si se me hubiera ocurrido a mí, aunque la idea era probablemente inducida,
que cualquier ser tenía derecho a ser respetado en su entorno y que solo en el
rol de eventual invasor, podía ser combatido.
El animalito estaba llegando a la parte alta de mi brazo pero parecía
estar perdiendo interés, ya que, al poco se detuvo y emprendió el regreso hacia
su jaula. En ese momento, la imagen de la araña comenzó a vibrar y a oscurecerse.
Por un momento desapareció, después se hizo visible de nuevo durante unos
segundos y por fin, desapareció definitivamente.
Así que era un holograma, pero muy bien realizado. La imagen tenía un
realismo total. Me pregunté que habría pasado si hubiera intentado tocarla.
¿Habría atravesado mi mano la imagen? Pero no me había atrevido. No obstante,
yo juraría que había sentido la pequeña presión de sus patitas al caminar sobre
mi antebrazo.
Una vez la prueba terminó, el cilindro volvió a hundirse en el suelo y
los slatos que habían estado presentes comenzaron a salir de la estancia por
las múltiples aberturas que rodeaban sus paredes. Parecía que volvían a sus
ocupaciones y que habían perdido el interés por nosotros.
-Bueno –dijo X-, ya podemos irnos. Se han dado por satisfechos con tu
actuación y te han perdonado. En realidad ya habían comprendido el porqué de tu
reacción.
-Un momento. Un momento –detuve a X con un ademán-. ¿Cómo que ya podemos
irnos? ¿Qué ha sido todo esto?
-Como comprenderás, esa araña con la que has estado jugando era una
imagen de una vulgar tarántula de la Tierra.
Aquí no tienen nada de eso. Ellos son mucho más grandes. Pero
la han utilizado como símbolo para tu prueba. Durante tu desmayo estuvieron
sondeando tu mente y ahí descubrieron el origen de esas fobias humanas y ya, de
paso, estuvieron trasteando un poco en tus recuerdos para ver como eran los
arácnidos terrícolas. Se sorprendieron bastante al ver esas criaturas tan
parecidas a ellos, pero en miniatura. También comprendieron, como te he dicho
antes, que tu reacción inicial era producto de esa fobia y que no podían
culparte del todo. Se ve que se les ocurrió crear esa imagen virtual para
comprobar si las fobias eran reversibles o qué sé yo. En fin, han experimentado
un poco contigo. Supongo que les has resultado interesante…
-Vale, pero aún queda algo pendiente: ¿no me van a dar mi lucesfera?
-Ah, pero si ya la tienes. Mira en tu bolsillo. Te la dieron después de
sondearte. Ya te digo, parece que encontraron valiosa la información
proporcionada por ti sobre tu mundo y tu raza.
- De modo que ellos intercambian tecnología por información. Cada
viajero que solicita alguno de sus productos debe pagar con conocimientos o
datos sobre su civilización o mundo. Intuí eso mismo cuando ví aquellos
asquerosos tentáculos correteando por tu cara y tu cabeza.
-Así es. En cuanto a lo de los tentáculos, a ti te hicieron lo mismo,
solo que no estabas consciente.
Acto seguido, y aún con una irónica mueca en su rostro, X dio media
vuelta para, supuse, dirigirse a la salida. Contento, me apresuré tras él.
Deseaba abandonar aquel antro y notar de nuevo el aire fresco sobre mi rostro.
Una vez en el exterior, nos alejamos un poco de aquel desfiladero de
cuevas y X sacó el cacharrito transportador. Me acerqué a él y, en seguida, lo
accionó y todo desapareció a nuestro alrededor. La ya familiar negrura exenta
de sensaciones nos envolvió de nuevo.
-¿A dónde vamos
ahora? –le pregunté.
Como desde muy
lejos, su voz llegó a mis oídos:
-Vamos a Daroon
6, a por
un dispositivo transportador para ti. Ya te lo había dicho.
-Pero si allí
no hay nada. Lo destruyó el cometa…
Se acaban los bichos y empiezan los viajes por el tiempo... estupendo!
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