lunes, 23 de septiembre de 2013

El asombroso caso del duplicador de materia (I)





  Como tantos otros descubrimientos en la historia de la ciencia, este que vamos a describir se desencadenó por una simple casualidad.
  Una mañana de septiembre del pasado año, David Rope encontró una moneda sobre uno de los bancos de trabajo de su laboratorio particular. A primera vista esto no parecía tener nada de extraordinario. Pero, por otro lado, esa moneda no tenía por qué estar allí. Nadie más que él entraba en su laboratorio y normalmente dejaba sus efectos personales sobre una mesita a la entrada del mismo. Tomó entre sus dedos la moneda y la observó pensativo.Era una moneda corriente, de un euro, con una pequeña muesca en su canto, que se hacía evidente al pasar la yema del dedo sobre el mismo. Esto le llamó la atención. El día anterior había tenido entre sus dedos una moneda con el mismo defecto, pero estaba seguro de haberla depositado en su  portamonedas de bolsillo. Se acercó a la mesita de la entrada y, abriendo el portamonedas, extrajo todas las monedas de un euro que había en su interior, dejándolas sobre la mesa. Había tres en total. Desechó las dos más nuevas y brillantes y centró su atención en la tercera, desgastada y, como había sospechado, con una notable muesca en su canto...exactamente igual que la que había aparecido sobre el banco de trabajo. Una idea empezó a formarse en su mente: por increíble que pareciera, las dos monedas eran exactamente iguales, es decir, una era copia de la otra.
  Para asegurarse, observó las monedas con la lupa binocular. Rope quedó asombrado, cuando, al observarlas, pudo ver que todas las peculiaridades que hacen único a cada objeto, se repetían obstinadamente en ambas monedas: manchas, arañazos, zonas desgastadas...De alguna manera, alguien, quizá él mismo sin saberlo, había conseguido realizar una copia exacta de la moneda original.
  El hecho de que apareciera en su laboratorio y no en cualquier otro lugar, le llevó a pensar que tal acontecimiento podría estar relacionado con los trabajos y experimentos que se encontraba realizando actualmente. ¿Pero que relación podía haber entre la modulación de ondas de neutrinos y la duplicación de objetos?
  El departamento de la Universidad le había encargado un estudio sobre la viabilidad de utilizar flujos de neutrinos para las comunicaciones en entornos densos, ya que en las últimas misiones del programa HELIOSNAKE, en el que colaboraba su Universidad, y que consistía en una sonda con la misión de estudiar el Sol internándose en las capas superiores de la corona solar y enviando haces concentrados de partículas hacía su superficie, gran parte de la información se perdía debido a la dispersión de los haces en el retorno por la interferencia de la radiación de la propia corona solar. La hipótesis de algunos de los responsables del programa era que si se conseguía un haz superconcentrado de partículas pequeñas, quizá se podría mitigar ese efecto de dispersión.
  Así, en los últimos meses, había trabajado con su equipo de la Universidad en los mencionados haces supercoherentes, pero, en casa, en el sancta santórum de su laboratorio privado, estaba probando otra línea de investigación que, por lo audaz de su concepto, no se atrevería a revelar a sus colegas hasta obtener algún resultado práctico: se trataba de programar ondas inteligentes que esquivaran por sí solas las interferencias de los medios muy saturados de radiación, cambiando alternativamente de frecuencia para mantener la coherencia del flujo de partículas. Este concepto tan atrevido podía desatar una polémica del mismo calibre que la que, en el pasado, enfrentó a los defensores de la naturaleza corpuscular de la luz con los que postulaban la hipótesis ondulatoria, hasta que la teoría cuántica pudo conciliar ambas tendencias.
  Aún pensativo, se sentó ante el ordenador y tecleó:

Autoprogramación de Haces de Partículas

  Entró en el programa y pidió una simulación del comportamiento de las ondas de radio normales comparándolo con el de las ondas autoprogramadas, que poseían partículas. Todo estaba normal, como él esperaba. Unas ondas que, probablemente, servirían a sus objetivos.
Después modificó los parámetros de la simulación, aumentando la frecuencia de las ondas. A partir de ciertas frecuencias, las ondas se colapsaban y desaparecían…para volver a aparecer con un patrón diferente.
  Rope había quedado perplejo, pero sospechaba cual podía ser la explicación. Todas aquellas historias de universos paralelos que había leído – y disfrutado- en su juventud y que, luego, la madurez y la dedicación a un trabajo serio le habían obligado a olvidar, se presentaron en su mente irrumpiendo con fuerza, haciéndole sentir que, en realidad, nunca había dejado de creer en la posibilidad de su existencia real. Historias en las que, de pronto, curiosos objetos aparecían de la nada, procedentes de "otra dimensión".
  ¿Era posible que las ondas con las que estaba experimentando, dotadas de partículas en las cuales se había escrito un nanosoftware que las defendería de cualquier interferencia que las hiciera sucumbir, no contentas con superar las adversidades de este Universo, se internaban en un Universo Paralelo que, posiblemente, estaba aquí al lado, como quien dice,  y cuando volvían a ingresar en el nuestro, se traían algo de aquel? Pero ¿cómo unas simples ondas podían hacer esto? Había jugueteado con la idea de "ondas inteligentes", pero esto iba mucho más allá de lo que él había pretendido. Miró de nuevo a las monedas gemelas, que aún se hallaban junto a la lupa. Ahora ya no sabía cual era la original y cual la copia pero, a un tiempo solemne y escéptico pensó: “…así que una de vosotras procede de otro Universo…”
  Bien, pero todo esto no era más que teoría. Solo tenía sus ideas y un par de monedas gemelas. Con eso no podría demostrar nada. Había que ponerse a trabajar…

2 comentarios: