Cuando desperté, me llevé un
sobresalto mayúsculo y creí que me precipitaba al vacío. Instintivamente, mis
manos buscaron algo a lo que asirse pero, rápidamente, la lucidez vino en mi
auxilio y comprendí que, evidentemente, no caía, que algo me sujetaba. Miré a
mi alrededor y entendí la causa de mi primer sobresalto. Me hallaba tendido de
bruces dentro de una especie de cubo de un material transparente, suspendido
sobre la vasta cavidad central de aquella cueva a la que una serie de
caprichosas circunstancias me habían llevado. El cubo parecía flotar ingrávido
en las alturas, pues no se observaba ningún mecanismo que lo mantuviera en
aquella posición. Me incorporé a medias y ví a X acuclillado junto a una de las
aristas del cubo, de espaldas a mí.
-Eh, ¿qué ha pasado, qué hacemos aquí?
Sin volverse, me respondió:
-Estamos detenidos, o arrestados, como decís vosotros. Has cometido lo
que podríamos llamar una falta grave, una acción insultante para con nuestros
soberbios anfitriones. Pero me parece lógico. No te puedes presentar en casa de
alguien y liarte a mamporros.
-Yo no me he liado a mamporros -interrumpí con vehemencia-, simplemente
sentí miedo.
-No. Sentiste asco. Ya sabías que no había motivo para el miedo, pues
viste que a mí no me pasó nada. El problema es la repugnancia que te producen
estos seres. Y ellos lo han notado. Y se han sentido insultados.
- No puedo evitarlo. Son como arañas. Y en mi cultura, la fobia a las
arañas es algo muy habitual -repuse a modo de defensa-.
- Siempre tan provinciano y egocéntrico. ¿Crees que al Universo le
importan vuestras estúpidas fobias culturales? Cuando uno se adentra en el
Cosmos debe abandonar todas esas tonterías. Estas criaturas son más
inteligentes y evolucionadas que tú y que yo. Por eso dependemos de ellos para
ciertas tecnologías. La clave del progreso es la colaboración entre las
distintas razas y especies, pues cada una ha hallado soluciones independientes
para situaciones diferentes. Ya te he hablado en otras ocasiones de la enorme
diversidad de seres que acoge la galaxia. Y tienes que aprender a convivir con
todos ellos, independientemente de su aspecto físico...
Después de esta perorata, volvió a sumirse en su anterior mutismo. Yo
había esperado que siguiera hablando, pero no lo hizo. Tímidamente, inquirí:
-¿Y como vamos a escapar de aquí...?
- Pero, ¿qué estupidez estás diciendo? No vamos escapar...aunque, bien
pensado, nada te retiene aquí. Mira -al decir esto, levantó su brazo y lo movió
hacia adelante atravesando una de las paredes laterales del cubo, hasta que su
mano quedó claramente al otro lado de aquella-. Puedes saltar por aquí. Solo es
un campo de fuerza no muy potente. Pero cuando llegues abajo no creo que quedes en condiciones de salir corriendo. Es la razón por la que colocan las celdas aquí arriba.
-Ya, pero, entonces, ¿qué vamos a hacer?
- Somos reos preventivos. Por lo tanto, estamos a la espera de juicio.
Me vino a la mente la típica
imagen de una adusta sala presidida por un juez con su toga y todo. Un fiscal
blandiendo hacia mí su dedo acusador y un benévolo abogado que haría lo posible
por salvarme...quizá un variopinto público abarrotando la sala, expectante.
Pero la imagen se rompió en mil pedazos: no había jueces, ni togas, ni letrados
en este remoto mundo de cuevas pobladas por enormes arácnidos. ¿Cómo sería un
juicio aquí?
De pronto noté cierto movimento. El cubo estaba bajando hacia el suelo.
Una vez se detuvo, tanto X como yo,
mecánicamente, nos pusimos en pie, intuyendo que algo solemne estaba a punto de
ocurrir. Las paredes del cubo se disiparon a nuestro alrededor. Frente a
nosotros, uno de aquellos enormes octoartrópodos esperaba inmóvil. Una especie
de pilar cilíndrico de poco mas de un metro de alto y de apariencia metálica
emergía del suelo a unos pasos de donde nos encontrabamos. Noté algo en mi
cabeza, como unas voces, pero esta vez no pude entender lo que decían. X me
empujó suavemente:
-Vamos, ve hacia el cilindro.
Me aproximé vacilante hacia el metálico objeto y una vez frente a él vi
como se abría por arriba y una especie de caja emergía de su interior.
De alguna manera intuí que debía abrir la caja y que dentro de ella
estaría la solución a todo aquel
embrollo en el que me había metido. Así lo hice. Una robusta y peluda
tarántula comenzó a salir parsimoniosamente de la caja en dirección a mi mano.
En un acto reflejo, la retiré rápidamente, y estuve a punto de dar un paso
atrás. Detrás de mí, X me susurró:
-¡No cometas dos veces el mismo error...!
Era verdad, quizá mis oportunidades se estaban acabando. Haciendo un
ímprobo esfuerzo, tendí la mano hacia el bicho, que, plácidamente, comenzó a
trepar hacia ella.
Yo no puedo con esto. Como la cosa empiece a ir de bichos que trepan por encima del pobre este... y aunque no trepen, solo su presencia ya me supera... A ver si a don X se le ocurre alguna salida y van a otro sitio menos angustioso...
ResponderEliminarComo puede verse, lo que iba a ser un idílico paseo por el Universo, empieza a complicarse. Ya lo dice ese fanfarrón X: "Cuando uno se adentra en el cosmos debe abandonar todas esas tonterías...".Supongo que los filósofos antiguos y modernos cuando trataron el tema del superhombre o semidiós -o Clarke/Kubrick, con el concepto de hijo de las estrellas- daban por sentado que ese nuevo ser se despojaría de ataduras culturales que le impidieran integrarse en la plenitud cósmica. Pero ese es un trabajo para ellos...para los superhombres. Nosotros podemos seguir con nuestros melindres y miedecillos.
EliminarGracias por comentar y perdón por la tardanza, pero estos días veraniegos son de un vago...