sábado, 11 de mayo de 2013

Comentarios. "La Clave", de Isaac Asimov (y parte IV)




  Salí atropelladamente de la cabina y casi choqué con la recepcionista que, seguramente, venía a avisarme de que la entrevista había terminado.
  Mascullé un apresurado "Good bye" y salí a la calle. Estaba deseoso de llegar a casa y empezar a realizar los cálculos que, tras la sugerencia de MultiVac-Asimov, se me estaban ocurriendo.
  Una vez en el tren, encendí el ordenador de bolsillo -mucha gente seguía llamándolos móviles, por aquello de los teléfonos móviles, pero ya no tenía sentido usar este nombre ya que para lo que menos se utilizaban actualmente era para hablar por teléfono-.
  Me conecté a la enciclopedia astronómica on line y empecé a descargar las ubicaciones de los dichosos cráteres del acertijo. Después de una hora de cáculos y operaciones con las coordenadas, estaba igual que al principio. Los resultados eran dispares e indicaban multitud de localizaciones que nada tenían que ver con la que sabemos que era la respuesta correcta. Me sentí como los protagonistas de la segunda parte del relato, dando palos de ciego por los desolados páramos lunares, intentando encontrar una solución.
  “Esto no tiene sentido –pensé-, debe haber algo que se me escapa.”
  Repasé mentalmente la famosa nota de Jennings. No tenía que mirarla, ya que a estas alturas la había memorizado, y entonces caí en la cuenta de la estructura de la misma:
  Al final, el signo igual no era más que eso, un signo igual, después de todo. Y apuntaba al circulo con los cuadrantes, que se daba por sentado era el símbolo de la Tierra.
  Recordé algo que había leído hace tiempo sobre el ecuador y el meridiano central de la Luna que, a efectos topográficos, realizaban la misma función que sus equivalentes de la Tierra.
  “¡Claro! –pense-, el símbolo tiene, pues, tres significados. La Tierra, el viejo Urth y la localización sobre la Luna. Por tanto, deduje, al tiempo que casi literalmente veía encenderse una lucecita en mi cabeza: las coordenadas de Alphonsus y Tycho, sumadas, dan la localización del lugar; y el resto...¿qué hacemos con el resto?
  Entre una cosa y otra, llegué a mi destino. Salí al andén tropezando con todo el mundo y seguí tropezando por los pasillos, pues no podía apartar la mirada de la pantallita del cacharro.
  Cuando salí a la superficie ya atardecía, y una hermosa Luna se elevaba sobre el horizonte. Esto me hizo divargar acerca de los movimientos de los astros, declinaciones…un momento, ¿qué he dicho? Declinación. Exacto. El ángulo de elevación de un astro sobre el horizonte. Con el movimiento de rotación de la Tierra, la Luna va describiendo un arco en la boveda celeste y su declinación -altura sobre el horizonte- va variando. En la luna, sin embargo,  no ocurre esto, pues no tiene un movimiento de rotación perceptible para un observador en su superficie -ya que aquel es igual, más o menos, al de traslación alrededor de la Tierra-. La misma razón por la que siempre nos muestra la misma cara. Por tanto, desde la Luna, la Tierra se ve fija en el cielo -exceptuando las pequeñas variaciones debidas a la libración-. Y se ve a una altura determinada según la latitud desde la que se observa . Es decir, a cada latitud en la Luna (en referencia a un mismo meridiano), corresponde una declinación de la Tierra. Si se conoce este dato, se puede deducir la situación del observador sobre la Luna. Por ello, en el mensaje aparece, alineado con los cuatro últimos datos, el dibujo de la flecha apuntando desde abajo -el suelo- hacía el símbolo de la Tierra. De nuevo, la duplicidad para llegar a la misma solución...
  Más tarde, una vez realizados los cálculos con detenimiento, llegué a la conclusión de que el lugar donde Jennings enterró el aparato alienígena era el correspondiente a las siguientes coordenadas:

Alphonsus        
13º 25' S;   2º 56' W
Tycho  
43º 20' S; 11º 18' W
Suma                      
56º 45' S; 14º 24' W


  Busqué su ubicación en el mapa lunar y mi entusiasmo dio paso a una cierta decepción, ya que ese lugar se encontraba en medio de la planicie norte de Clavius, muy alejado de la pared del borde del cráter, donde se suponía que Jennings había buscado la sombra para resguardarse de la dañina radiación solar. “No puede ser correcto, entonces -pensé sombríamente-”. Pero en seguida me di cuenta de que el interior del enorme Clavius está, a su vez, salpicado de cráteres más pequeños, provocados por impactos posteriores a la formación de aquel. ¿Y si...? Eso es: volví a estudiar la localización con detenimiento, aumentando el zoom de la imagen y voilá: un pequeño grupo de cráteres, de los que desconozco los nombres, pero fáciles de localizar pues se hallan a mitad de camino entre la pared norte y Clavius C, se mostraron a mi vista. Y al situar el cursor  justo en el interior del mayor de ese pequeño grupo de cráteres, pude leer con satisfacción "56º 45' S; 14º 24' W".
 
En la barra inferior aparecen las coordenadas del lugar señalado

¿Y la declinación de la Tierra en el cielo de ese lugar? Supongo que habría que subir allí para comprobarlo, pero apuesto a que el resultado no sería muy diferente del que se muestra más abajo. Por cierto SU no correspondía a Soviet Union, sino al Surveyor I, aparatejo americano que, por la fecha del relato, ya se había posado en la Luna. (Nota: como convención, se asignan valores positivos a las coordenadas norte y negativos a las sur, lo que influye en el resultado de las sumas)

Newton
   76º 25' S
Surveyor I   
     2º 27' S
Bond
  65º 18' N
Hershel
    5º 39' S
Suma       
    19º 13'

¡Ah! Si pudiera hablar con Davenport y Ashley, les diría donde tienen que buscar... O quizá no. ¿Por qué no dejar el dichoso aparato allí enterrado y dedicarnos a mejorar el mundo con nuestros propios medios y nuestro propio esfuerzo...?

 FIN

N. del  A.:  Los cálculos y explicaciones teóricas que aparecen en este relato son aproximados y sin intención de rigor científico, sirviendo meramente para apoyar la trama ficticia que se presenta.


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