Volvimos a la carretera. Estuve
tentado de preguntar a X si no había en aquel mundo algún otro medio de
transporte aparte de ir a pie, pero no quise dar sensación de debilidad para no
ser objeto de sus mofas. Al fin y al cabo, reconocí, no estaba en absoluto
cansado.
Tras un buen rato de marcha observé como el paisaje iba de nuevo
cambiando. Ya no estábamos en una región de vergeles y campos cultivados. Ahora
nos internábamos en una zona montañosa y despoblada de vegetación. En una curva
de la carretera, X tomó un desvío, un polvoriento camino de tierra que llevaba
a la cima de una pequeña colina.
En ella, una sólida construcción de piedra que recordaba a las antiguas
torres de vigilancia medievales, se erguía solitaria.
-¿Por qué no estoy cansado? ¿Por qué no tengo sed ni hambre? -le espeté
súbitamente a X, tal como me vino a la cabeza-. Llevamos horas y horas
deambulando por este pedrusco galáctico sin descanso. Cuando nos hemos detenido
ha sido para trabajar. No hemos dormido desde no sé cuándo…
-Vaya si eres torpe. No pensé que tendrías que preguntármelo. Te podías
haber dado cuenta por tí mismo. Este viaje que estamos haciendo no está al
alcance de cualquiera. Hay que ser muy fuerte y resistente. La raza de la que
provienes es muy débil. Necesitáis respirar constantemente para mantener el
proceso de oxidación necesario para el metabolismo; necesitáis comer cada pocas
horas para tener ese saco insaciable que llamáis estómago, siempre lleno;
necesitáis aportar agua al organismo con frecuencia, pues vuestra capacidad de
hidratación es muy deficiente. En fín, y os movéis en unos márgenes de
temperatura y presión muy estrechos. O sea, que sois muy delicaditos: en cuanto
salís de vuestras idílicas condiciones, quedáis inservibles. Bueno, y no
hablemos de vuestro sistema inmunológico: una barrera de risa para cualquier microorganismo de unos
planetillas que yo me sé y a los que no te he llevado porque no hubieras
aguantado ni un asalto.
Por eso, te hemos hecho evolucionar, para ponerte al día. Que te hemos
hecho una actualización, vamos. Cuando una raza viaja por el cosmos, va
evolucionando y sus individuos se van adaptando a múltiples condiciones,
ampliando sus márgenes de tolerancia. A tí te hemos hecho evolucionar por la
vía rápida. Seguramente no recuerdas nada de algunos de los lugares que hemos visitado. En Estedena 57, por ejemplo, recibiste un completo tratamiento de mejora, incluyendo sustancias nuevas que tu organismo no podía producir. Si no fuera por eso, te hubieras asfixiado en algunos de los planetas en que hemos
estado, te hubieras achicharrado o muerto de frío en otros. Hubieras muerto
aplastado por la presión en las densas atmósferas de algunos lugares que hemos
visitado... Y ahora sólo necesitas un poco del agua y del aire rico en
elementos de este planeta, para subsistir. Pero pensaba que todo esto ya lo
habrías descubierto tú solito...
- ¡Vaya!-exclamé con una boba
sonrisa. -Entonces esto lo explica todo.
Me he convertido en una especie de superhombre.
- Bueno, bueno...para el carro.
No te ilusiones demasiado. Solo han sido unas pequeñas mejoras- repuso X con
displicencia-. Esto ya está inventado-
añadió, cambiando de tono-.En algunas pelis de las vuestras se ve lo de la
evolución inducida, pero con tintes demasiado fantásticos.
Mientras tenía lugar esta animada conversación, habíamos alcanzado la
cima del cerro, formada por un pequeño calvero, y nos acercamos decididamente a
la torrecita que lo dominaba. Una entrada coronada por un arco, sin puerta,
daba acceso a la misma. Nos internamos en la penumbra y pudimos ver una figura
encapuchada, cubierta por un túnica de tejido basto -y bastante sucio- sentada
a una mesa confeccionada con gruesos tablones. El hombre, o lo que fuera,
estaba sentado en silencio, en actitud pensativa u orante, con las manos ocultas en las anchas mangas de su
hábito.
Esperamos de pie, en silencio, durante unos minutos, a ver qué pasaba,
pero no ocurrió nada. Intrigado, le pregunté a X:
-¿Qué pasa? ¿Está meditando y no podemos interrumpirlo?
-No, se ha dormido. Es que hemos tardado mucho.
Cuando terminó de decir esto, se acercó a la mesa y dio unos golpecitos
con los nudillos sobre ella. El encapuchado despertó y con un pausado
movimiento dirigió su mirada hacia nosotros. Aunque era difícil ver su oculto
rostro en aquella penumbra, me pareció vislumbrar una faz cadavérica recorrida
por extraños reflejos verdosos. La visión duró solo unas décimas de segundo,
pero fue suficiente para provocarme un escalofrío.
A continuación, puso sobre la mesa dos pequeños objetos que escondía en
su mano y los empujó hacia nosotros. Parecían
piedras, pero con cierto brillo. Quizá
diamantes.
- Vamos, coge uno -me urgió X en un susurro-.
Lentamente, me acerqué a la mesa y cogí una de las piedras, sin quitar
ojo al personaje que tenía enfrente, temiendo, no sé por qué, alguna inesperada
reacción por su parte. Pero ya había vuelto a su anterior posición. Parecía que
se había quedado dormido otra vez. X cogió la otra piedra y, empujándome
suavemente hacia afuera, me indicó que saliera de allí.
Una vez fuera, aunque de nuevo mil preguntas bullían en mi cabeza, X no
me dio opción a hablar. Cortante, dijo:
Menudo macarra está hecho el marcianito. Más borde que una esquina. Pero sigue teniendo mucha gracia. Me encanta.
ResponderEliminarOye, es verdad que los humanos sois unos endebles, ¿eh? :-D
Quedo expectante una vez más...
De nuevo he de entonar
Eliminarun mea culpa sumario:
he olvidado contestar
tus cumplidos comentarios.
Así que reconozco,
retengan este dato,
que por ello he quedado
a la altura de un zapato.
Perdón por la tardanza, pero ando últimamente un poco despistado en las cosas de blogs y demás...
Sí, es verdad, somos unos mindundis, no valemos ni para recorrer un año luz. Cuando nos encontremos con la gente de la galaxia, las borderías de X no van a ser "na" comparadas con lo que nos van a decir...
Saluditos. Hasta pronto.