La Biblioteca Oculta de Zöor. (VI)
-Tranquilizaos, Maestro, por favor -dijo uno de los señores-. Comprendemos vuestros temores. De hecho, tenéis razón. Este aparato no puede volar...por sí solo. Pero sí con la ayuda de nuestro gran "pájaro".
Un regalo para Leonardo. 3ª parte
-Tranquilizaos, Maestro, por favor -dijo uno de los señores-. Comprendemos vuestros temores. De hecho, tenéis razón. Este aparato no puede volar...por sí solo. Pero sí con la ayuda de nuestro gran "pájaro".
Leonardo, ya más calmado, volvió a mostrar interés
por las palabras de aquellos hombres:
-¿Qué queréis decir?
-Veréis, maestro: Este ingenio que veis no es
más que el habitáculo en el que un hombre se encuentra protegido de las
condiciones del espacio exterior. Debéis saber que más allá de unas...cincuenta
leguas, la atmósfera es tan tenue que se puede considerar inexistente a efectos
prácticos. En esas condiciones, sin aire respirable, expuesto a los radiaciones
cósmicas y los meteoritos y sin la presión atmosférica a la que estáis
habituados en la superficie terrestre, la supervivencia es imposible.
Pero
para que la cápsula pueda viajar, hay primero que colocarla en órbita, es
decir, llevarla a una altura e imprimirle una velocidad tales que, con ese
impulso, compense la tendencia a caer de nuevo hacia la Tierra. Una vez allí
podrá permanecer girando alrededor de la Tierra hasta que se disminuya su velocidad
voluntariamente para volver a la superficie terrestre.
En un futuro se utilizarán cohetes, como los
que vuestro paisano Marco Polo trajo de sus viajes a la China. En esencia, unos
tubos rellenos de un material inflamable, como la pólvora, que al quemarse le
dan un potente impulso. Los chinos los utilizaban para la guerra, pero esos
cohetes, a una escala mucho mayor, podrán ser empleados en un futuro, como os
digo, para colocar aparatos como este en
la órbita de la Tierra.
Pero en este caso no será necesario: nuestro
"pájaro", que en realidad es un híbrido entre una nave aérea y un
cohete espacial -de forma que el despegue es más confortable- transportará
vuestra cápsula hasta la altura necesaria y, una vez alcanzada la velocidad
adecuada, la liberará de sus anclajes. Entonces, volaréis libre y seréis el
primer hombre en comtemplar desde las alturas el maravilloso planeta que
vuestra raza posee...
Leonardo, embelesado por el relato de su
acompañante, olvidó por un momento el miedo y se entregó a una ensoñación en la
cual se veía como un ente incorpóreo -quizá un ángel, quizá una de aquellas
deidades paganas de los antiguos-, vagando por el éter y descubriendo los
secretos de un universo del que hasta ahora la raza humana solo había tenido un
leve atisbo. Para cualquier hombre de su época, la simple insinuación de
elevarse sobre la Tierra
a una altura enorme y vagar por la negrura del firmamento hubiera sido inimaginable y hubiera provocado
el mismo terror que la visión de las oscuras simas del averno. Pero Leonardo
estaba hecho de otra pasta. Él, que había soñado con volar, que había ideado
máquinas imposibles para su época, que tenía la sensibilidad de los más grandes
artistas, se imaginaba feliz en ese cielo constelado de caprichosas luminarias,
contemplando nuestro mundo en su gloriosa majestuosidad...y no se amedrentaría
ante el reto que se le planteaba.
El metálico gorjeo de las voces de sus ahora
anfitriones, interrumpió su abstracción:
- Esta noche partiremos, maestro. Ahora
podréis descansar unas horas y reponer fuerzas. Todo está preparado para
vuestro acomodo.
Leonardo fue conducido hacia una plataforma metálica que, a continuación los
elevó hasta una gran abertura en el ancho vientre del metálico
"pájaro". Una vez dentro, caminando por lo que a Leonardo se le
antojó la bodega de un enorme barco, repleta de mercancias y aparatos cuya
finalidad no alcanzaba a imaginar, llegaron a una zona más apartada, donde le
fue facilitada una habitación o camarote en el que Leonardo pudo encontrar
todas las comodidades. Tras comer algo de fruta, se recostó en el catre y,
prácticamente en el acto, se quedó dormido. Un suave aroma quedó flotando en el
ambiente.
Unas horas después fue despertado por un leve zumbido que palpitaba a intervalos
regulares. Cuando estuvo despierto, observó que, junto a la cama, había sido
depositada una maleta abierta, con unas extrañas ropas en su interior. Una voz
brotó de alguna parte. Era, probablemente, la de uno de sus anfitriones:
- Ahora, maestro, deberéis despojaros de
vuestras ropas y vestiros con las que os hemos facilitado, que son las
adecuadas para el viaje. Algunos de nuestros asistentes os ayudarán a ello.
Acto seguido, la luz disminuyó y la habitación quedó en penumbra. Unos hombres
entraron y, eficientemente, le colocaron la nueva vestimenta. Esta era una
especie de traje de una sola pieza, acolchado y de un color blanco muy
brillante. Después, desandando el camino recorrido la tarde anterior, volvió al
lugar donde se encontraba su cápsula, acompañado por varios hombres que, por
alguna razón, aún iban encapuchados o enmascarados. Allí le esperaban sus dos
anfitriones.
- Este es el momento de la despedida,
maestro. Ahora os acomodaréis en vuestro vehículo que después será izado y
acoplado a nuestra nave, gracias al armazón que lo rodea. Posteriormente, nos
elevaremos con suavidad y, cuando alcancemos el espacio, nos separaremos.
Nosotros hemos de continuar nuestro periplo hacia otros mundos. La cápsula está
totalmente automatizada y dispone de los mecanismos e impulso necesarios para el
viaje en órbita y posterior vuelta a la Tierra. Solo en caso de que deseéis anticipar
vuestro regreso, habréis de pulsar la gran perilla roja que se encuentra a la
derecha en el tablero de mandos.
Leonardo,
eufórico, no sintió en ningún momento inquietudes ni temores. Algo hacía que,
de nuevo, solo notara un gran bienestar
y una gran confianza en sus anfitriones. Se introdujo por la escotilla, seguido
de uno de los asistentes, que le ayudó a acomodarse y le colocó en la cabeza
una especie de redondeado yelmo, no muy pesado, cuya celada o visera, de un
material transparente parecido al vidrio, pero muy ligero, quedaba oculta, al
ser levantada, en el interior de aquel.
Una
vez preparado, uno de los señores se asomó por la escotilla antes de sellarla,
y a modo de despedida le dijo:
- Ha
sido un honor conoceros, maestro, y un placer hacer negocios con vos. Ahora,
quizá ya no os importe que nos mostremos tal como somos...
Diciendo esto, se desprendió de su máscara y
ante los asombrados ojos de Leonardo apareció un anguloso rostro, como cubierto
de escamas, pero de un bello color dorado. Unos vivaces ojos le observaban
intensamente y la pequeña boca rectilínea intentó un esbozo de sonrisa...
-Adiós, caballero -tronó la metálica voz-.
-Adiós,
noble señor -respondió Leonardo intentando no perder la compostura-.
La
escotilla se cerró. La cápsula fue izada y asegurada en sus anclajes. Poco
después, el sonido de un lejano trueno lo envolvió todo y Leonardo notó como
era suavemente empujado contra el respaldo de su asiento. El pájaro estaba
levantando el vuelo.
continuará
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¡Mamel! Esto es maravilloso, no es porque seas tu, pero hacía tiempo que no leía algo con tanta avidez. siga Vd.
ResponderEliminarGracias por vuestros amabilísimos comentarios. Me alegra que mi modesto "cuentecillo" os haya entusiasmado.
EliminarQué emocionado estaría el bueno de Leonardo con esta historia tan romántica que le has inventado.
ResponderEliminar¿Y quién nos dice a nosotros que el verdadero Leonardo no recibió una visita semejante, y que sus inventos no estaban relacionados con lo que esos visitantes le contaron o le enseñaron?
A lo mejor tú, con tu imaginación, has dado con la clave del genio renacentista.
Bueno, no es que yo crea en esas cosas, pero me gusta pensar que pudieran ser verdad...
De nuevo, muchas gracias. La imaginación, que mucha gente posee, combinada con esas leves pinceladas de cultura que te da el haber leído un poco y, todo ello, mezclado con algo de trabajo y paciencia, pueden dar lugar en algunas ocasiones a pequeños resultados alentadores.
EliminarEn ascuas que me dejas, esperando con inquietud esa 4ª entrega.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo tu relato, bien escrito, bien documentado y con un lenguaje muy rico y apropiado. Además el tema de Leonardo me fascina, de hecho me he estado documentando ya que estoy intentando escribir un libro relativo a una obra suya y también con mucho de imaginación y algo de ciencia ficción. En fin, me alegro de haberte encontrado gracias a tu comentario en Storylane.
Te animo a pasarte por mi blog www.compartepositivo.blogspot.como o mi reciente página de facebook http://www.facebook.com/Compartepositivo y compartir todo lo que consideres oportuno.
Virginia
Muchas Gracias, Virginia, por tus comentarios.Me alegro mucho de que te guste el cuento y me complace darte la bienvenida a este modesto blog en el que intento poner un poco de orden a todas esas ideillas que, caóticamente, surgen de mi cabeza. También me ha parecido muy interesante y sugerente tu relato sobre los "biónicos" que he leído en Storylane.
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