lunes, 27 de agosto de 2012

Neil A. Armstrong In Memoriam




  "-Aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado." Neil A. Armstrong

  "-Mis héroes de la infancia no eran Superman o Batman. Eran Armstrong, Aldrin y Collins." Juann

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  Nacido en 1930 en un lugar de Ohio llamado Wapakoneta, este chaval americano aprendió a volar antes que a conducir, pues, fascinado por los aviones desde que a temprana edad presenciara un espectáculo de acrobacias aéreas, decidió apuntarse a clases de vuelo -trabajando en el propio aeródromo para pagarse las lecciones- con apenas quince años.
Aeronca Champion 7. Armstrong aprendió a volar en una avioneta como esta.

  Más tarde ingresó en la Marina, donde se hizo piloto de combate, participando en la guerra de Corea. Corrían los años 50.
Previamente, había iniciado la carrera de Ingeniería aeronáutica. Algunos años más tarde, una vez terminado su periodo en la Marina, con la experiencia acumulada como piloto y su título de ingeniero aeronáutico, trabajó como piloto de pruebas con los aviones supersónicos que se desarrollaron en aquella época.
El F86 Sabre fue uno de los cazas más utilizados por los americanos en la guerra de Corea

  Así pues, durante la segunda mitad de la década de los 50, Armstrong compaginó su trabajo de piloto de pruebas con la ampliación de sus estudios, probando más de 200 tipos de aeronaves y cualificándose con un máster en Ingenieria Aeroespacial por la Universidad California Sur.
 Me imagino la vida de Neil Armstrong dividida en tres partes. La primera, como estudiante, combatiente, ingeniero y piloto de pruebas, no estuvo exenta de peligro. Todas estas facetas tenían en común el pilotaje de aviones.

Armstrong también pilotó el famoso X-15

  Después de esto, los años como astronauta que le condujeron al punto culminante de su vida representado  por aquellas dos horas y 15 minutos allá arriba donde nunca antes había estado nadie y adónde él llegó primero. Y  después...después ¿qué? ¿Es posible para un hombre que ha tocado el cielo -nunca mejor dicho- volver a una vida más o menos normal? ¿Se podía, después de estar años y años pensando y viviendo en y por un único objetivo, un grandioso objetivo, con toda la ansiedad que generaba el  temor de que pudiera fallar cualquiera de los miles y miles de detalles que debían funcionar al unísono para alcanzar el éxito..., se podía olvidar todo y reincorporarse a una vida normal? Se rumorea que muchos astronautas tuvieron problemas psicológicos, después de sus misiones, debido quizá a toda esa tensión acumulada y al extenuante trabajo realizado durante la preparación y desarrollo de las misiones...Pero los astronautas fueron elegidos entre miles de candidatos. Aparte de sus cualidades como pilotos y su preparación técnica, debían superar exhaustivas pruebas médicas y tests psicológicos. Los responsables del programa no podían permitirse echarlo  todo a perder porque un astronauta nervioso o inseguro perdiera la serenidad en alguna maniobra crítica allá arriba. En esto, nuestro amigo Brazofuerte, era de los mejores. Lo demostró durante la misión Gemini 8, en la que por un fallo de los motores durante una prueba de acoplamiento de naves, su cápsula se puso a girar incontroladamente. Los mandos no respondían y no podía apagar el motor defectuoso. Al mareo y la dificultad de pensar en esta situación se unía el temor de no poder regresar, bien porque la nave perdiera su rumbo, bien porque el gasto extra de combustible provocado por este  mal funcionamiento, impidiera posteriormente las maniobras de regreso. Cualquier persona en esta situación hubiera sido presa del pánico. Pero Neil Armstrong estaba preparado: con un impulso combinado de los restantes motores consiguió equilibrar la nave y preparó una trayectoria orbital de reentrada para volver antes de que fuera demasiado tarde. Así, Armstrong y su compañero Dave Scott, descendieron sanos y salvos con su cápsula en el Océano Pacífico.

Cápsula Gémini

  Quizá por demostrar esta frialdad y autocontrol en situaciones críticas se convirtió , a partir de entonces, en firme candidato a ser uno de los primeros en viajar a la Luna.
  También por ello me imagino a Armstrong, en esa tercera etapa de su vida, posterior a la gran hazaña, como un hombre tranquilo y satisfecho, con la conciencia de haber realizado un buen trabajo y no haber defraudado a los que lo habían contratado. Se dedicó a sus clases de Ingenieria, a dar conferencias y asistir a actos conmemorativos.
  La etapa de astronauta comenzó cuando fue incluido en el grupo de "Los Nueve Nuevos" (The New Nine). ¿Recuerdan el magnífico film de Philip Kaufman, basado en la obra de Tom Wolfe, "Elegidos para la GLoria" (The right stuff [1983])? En él se relata la peripecia de los siete primeros astronautas seleccionados por la Nasa para el Proyecto Mercury (The Mercury Seven). Bien, pues cuando empezó a tomar forma el siguiente Programa -Proyecto Gémini- hubo que seleccionar más astronautas. Los mencionados "nueve nuevos". En este grupo, junto a Armstrong, estuvieron otros pioneros como Borman y Lovell (Apollo 8, primeros seres humanos en ver la cara oculta de la Luna) o  Ed White (primer paseante espacial americano). Armstrong participó en el ya mencionado Gemini 8.
     Algun tiempo después, fue asignado, junto a Edwin Aldrin y Michael Collins a la misión Apollo XI, que sería la primera en llegar a la Luna después de una serie de vuelos de prueba.

Módulo Lunar

    Armstrong condujo con maestría el módulo lunar hasta depositarlo suavemente sobre la polvorienta superficie lunar. Se cuenta que apuró el combustible hasta casi agotarlo porque no descendió hasta estar absolutamente seguro de encontrar  un buen lugar de aterrizaje. Todo el mundo en la sala de control de misión sudaba copiosamente (sólo le quedaban 15 segundos de combustible...). Pero él, tan tranquilo... Y después, salió a conquistar la Luna:
La escalerilla terminaba sobre el plato de una de las patas de aterrizaje. Tenía orden de situarse sobre dicha plataforma, girarse y desde allí, dar el paso hasta pisar la superficie lunar.

"- Este es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad." ("That's one small step for a man, one giant leap for mankind."). Neil A. Armstrong

  Creo que fue un gran hombre. O, quizá, que lo hicimos entre todos un gran hombre, porque llevó una parte de cada uno de nosotros, los que le apoyamos y alentamos en esa epopeya, los que creíamos y necesitábamos que se realizara esa hazaña, en ese mundo convulso de finales de los años 60 del pasado siglo, para volver a creer que el hombre, trabajando en equipo, podría hacer grandes cosas y no solo fabricar bombas y aniquilar gente en las guerras. Como aquel niño de 7 años que, frotándose los ojos, se levantó aquella madrugada de Julio del 69 y en la penumbra de una salita iluminada únicamente por el resplandor catódico de un modesto televisor en blanco y negro, preguntó a su padre, también insomne: 
  -Papá, ¿han llegado ya a la Luna? Quiero verlo. 
  -Bueno, quédate. Ya falta poco. 
  Y los dos, padre e hijo, quedaron allí hipnotizados por aquellas fantasmagóricas imágenes de dos hombres dando brincos por un desolado mundo y aquellos ininteligibles diálogos en inglés atravesados por el ruido de la estática de las comunicaciones por radio. 
  -Papá, ¿cual de ellos es Armstrong? 
  -No lo sé, hijo. Sus trajes son iguales. 
(Este comentario no es intrascendente. La misma pregunta se la hacían los controladores de la misión, allá en Houston. Una vez enfundados en sus trajes para el paseo lunar, los dos hombres eran idénticos. En misiones posteriores se decidió pintar un banda roja en el casco del comandante, a modo de galones, para poder distinguir a ambos hombres en las imágenes de televisión). 
  Aquella noche, ese niño, y otros muchos en el mundo, quizá se durmieron con la satisfacción de saber que había comenzado una nueva y emocionante etapa en la historia de la Humanidad. Y que, en el futuro veríamos, quizá, grandes logros. Es posible que al final no haya sido así, pues las lacras del mundo siguen, en mayor o menor medida, estando ahí. Pero aquella madrugada del verano del 69, Neil Armstrong y sus compañeros nos hicieron soñar, al menos durante unas horas,  que los grandes saltos de la Humanidad son posibles. Por ello, Neil, nunca te olvidaremos.

2 comentarios:

  1. Te felicito por esta entrada, tan informativa e interesante al principio, y tan emotiva y entrañable después.

    Si el señor Armstrong leyera tu texto, quizá diría: "Aunque solo hubiera sido por hacer soñar a aquel niño,ya habría merecido la pena."
    Y se habría emocionado, como yo, 'viendo' esa escena que tan bien has dibujado, del padre y el niño en aquella noche de verano.

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    1. Hay una circunstancia que no se debe olvidar. Creo que los que éramos niños entonces vivimos aquel momento de forma especial. A la normal expectación ante aquel hecho de indudable importancia, hay que unir la inocencia y falta de preocupaciones que hace que a esas edades se vivan las cosas con más intensidad. Los mayores, con sus agobios y problemas, con el escepticismo que te dan los años, lo vivieron, también con expectación, pero de manera más tibia, probablemente. Por eso me pareció buena idea reflejar la vivencia de aquel momento histórico desde el punto de vista de un niño que aún no entendía de políticas, propagandas, etc... y que empezó a tener conciencia del futuro y sus posibilidades. Bueno, ya estoy, sin querer, empezando otro artículo...En fín, que muchas gracias por tu comentario, que me alegro de que te haya gustado. Y que a mí también me emociona que algo que yo escriba pueda ser leído con interés por los demás. Hasta pronto.

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