martes, 1 de mayo de 2012

Relatos de las colonias. Nimbus (VIII parte)

  - Veo que lo tenías todo bastante bien planeado -dijo Quesnay, empezando a entusiasmarse con lo que se iba convirtiendo en un reto matemático, algo para lo que su mente estaba perfectamente adiestrada-. Pero aún subsiste la cuestión de trasladar a la gente hasta las naves en órbita. Aquí nunca nos hemos preocupado, por innecesario y costoso, de poseer una industria aeroespacial que nos permitiera disponer de transbordadores, ni siquiera de anticuados lanzadores desechables.
  - Sí, ese es quizá el principal problema. Pero, con tiempo suficiente, podría hacerse algo. No sabemos de cuanto tiempo disponemos, pero, si empezáramos ahora mismo, dentro de seis meses podríamos tener una lanzadera. Pediríamos a la Tierra las especificaciones para construir el Fénix, que es el tipo de vehículo que mejor se adapta a nuestras necesidades, pues tiene capacidad para transportar a doscientas personas en cada viaje. Tú podrías estar al frente de la operación...Esta nave podría hacer dos viajes cada semana. Los primeros en ser lanzados, técnicos e ingenieros, se dedicarían a acondicionar las naves. Aquí abajo, mientras tanto, prepararíamos los materiales y componentes necesarios para las reparaciones, que otras naves más sencillas -quizá cohetes por etapas- transportarían, junto con cargas de combustible. En el plazo de un año, a partir de ahora, la operación podría estar completada, e iniciaríamos el viaje.
  Tras el entusiasmo con que Krause exponía su proyecto, se entreveía la contrariedad que le atormentaba. con gesto amargo, Quesnay expresó en voz alta lo que los dos hombres sabían:
  - En cualquier caso, no podremos irnos todos...
  Ambos callaron y quedaron pensativos. Así era, en efecto. Pero el Plan Krause, como en el futuro sería conocida la operación, parecía ser la única opción posible.

VI 

 Pero en su vagar por la galaxia llegaron a un rincón del cosmos donde, por primera vez, encontraron una fuerza hostil. Algo mucho más viejo que ellos y que se movía en su mismo plano. Comprobaron con una mezcla de sorpresa y horror que no constituían la avanzada del universo como hasta entonces habían creído. 
  Habían encontrado antes otras muchas inteligencias. Pero, estas, aún en fases muy jóvenes de su desarrollo, ni siquiera tenían la capacidad necesaria para percibirlos y comprenderlos. Ellos, conmovidos, las observaban arrastrarse por sus estrechos planos de realidad, sin intervenir en sus pueriles afanes. Millones de siglos de evolución los separaban y ellos, sin ser advertidos, seguían su camino, sin interferir en sus vidas y con la esperanza de futuros encuentros más enriquecedores. Por ello les causó sorpresa encontrarse con aquel ser, aquella conciencia, casi al final de su viaje. Y horror, porque comprendieron su hostilidad. Y horror, también, ante la sospecha de que aquel fuera el resultado final del camino evolutivo que ellos mismos recorrían. ¿Podría ser esa maldad el fin último de toda existencia?
  La lucha fue sobrecogedora. Ellos no querían sucumbir al afán antiguo de la guerra, olvidado en su camino mucho tiempo atrás. Pero se vieron cercados. Su energía era absorbida sin cesar, colmando las fauces del monstruo. Sus poderes eran fagocitados  sin que nada pudieran hacer. Sus conocimientos se mostraron insuficientes para defenderse de esta agresión. Sin capacidad para comprender lo que se les enfrentaba, eran aniquilados y reducidos a la nada. No había crueldad en tal ataque. Era la inevitabilidad de la destrucción entre dos fuerzas opuestas.
  Pero, al fin, el monstruoso ente, que había sido despertado de su sueño de eones por la proximidad de los visitantes, colapsado, aunque ileso, tras la lucha, volvió a dormitar, volvió a encerrarse en su cenáculo de fuerzas latentes y, despreciando los restos del ejército enemigo, les permitió la huida. Agotados, escasos en número, perdida la mayoría de sus fuerzas, se dejaron arrastrar por la corriente del universo hasta encallar en los limos de algún mundo perdido.
CONTINUARÁ 






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